El cuerpo, las emociones y los pensamientos forman un todo. Lo que ocurre en cada uno de esos ámbitos, tiene efectos sobre los demás. No existe la más mínima posibilidad de que actúen por separado. De ahí que cuando te encuentres en un problema, sea conveniente que te preguntes no solo por uno de esos componentes, sino por todos.
Una de las funciones que tiene mayor incidencia en la salud física y mental es la respiración. A la vez, en la respiración se reflejan las emociones, los sentimientos, la relación con el entorno y el estado general del cuerpo. Por eso, aprender a respirar te puede ayudar significativamente para gestionar de una manera más adecuada lo que sientes.
La respiración en las emociones
La respiración forma parte del sistema autónomo del organismo. Las funciones que componen ese sistema, por ejemplo la digestión, operan sin que se lo ordenemos. Sin embargo, la respiración es la única actividad de esa categoría sobre la que podemos ejercer un importante margen de control. De ahí que podamos aprender a manejarla.
La respiración cambia según la emoción que predomine en nuestra mente. Cuando sentimos miedo, se hace más difícil respirar, es como si nos quedáramos sin aire. De hecho, pueden aparecer sensaciones de ahogo. Si hay ansiedad, la respiración se vuelve rápida y superflua, por eso no hay una adecuada oxigenación del cerebro.
Si lo que predomina es la tristeza, la respiración se hace mucho más lenta y profunda. De ahí que no sea raro que en estados de depresión aparezcan los suspiros con mucha frecuencia. En las situaciones de estrés, la respiración se torna entrecortada.
Cuando la respiración cambia su funcionamiento regular, también se alteran todos los ritmos vitales del organismo. Por eso es tan importante.
El manejo de la respiración
Para aprender a gestionar las emociones a través de la respiración, lo primero que debes saber es que esa función puede ser de varios tipos. Hay básicamente dos formas de respirar que inciden en el mundo emocional:
La respiración abdominal. Es la forma natural de respirar, por eso la tienen los bebés al momento de nacer. En este tipo de respiración es como si tragaras el aire y lo llevaras al estómago. Se basa en el funcionamiento del diafragma. Es altamente saludable para aliviar tensiones y oxigenar órganos vitales como el corazón y el hígado. Si la practicas con frecuencia obtienes grandes beneficios.
Respiración energética. Es la que aparece durante los momentos en los cuales realizamos ejercicios físicos. Su principal función es la de llenar de vitalidad al organismo en su conjunto. Muy adecuada para momentos de grandes dificultades emocionales.
La ira es una de las emociones más dañinas para el cuerpo y la mente. Por eso es de importante que aprendas a controlarla, para evitarte males mayores. Lo puedes hacer a través de la respiración.
En el momento de experimentar el enfado, quédate quieto. Luego inspira profundamente y después exhala, con toda la fuerza de la que seas capaz. La ira es como una olla a presión a punto de explotar; respirar con gran potencia, se asemeja a la liberación de la presión en ese tipo de artefactos. Si no se produce ese escape, de seguro habrá un estallido.
Cuando experimentes cierto agotamiento en la respiración, comienza a inhalar y exhalar de forma pausada. Ya estás tranquilo. Le evitaste a tu organismo una sobrecarga emocional que podría dañarlo y también evitaste un conflicto probablemente innecesario.
Evalúa la forma en que respiras diariamente y toma conciencia sobre lo que ella refleja. Al cuidar tu manera de respirar, también proteges tu cuerpo, tu mente, tu vida.
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