La mayoría de las personas
-sobre todo las mujeres porque nos inculcaron que la culpa era un sentimiento
inherente a nuestra condición de mujer- suele sabotear sus propios logros.
Una vez logrado un objetivo, sienten lo que en psicología se llama "el
fenómeno del impostor": inmediatamente nuestra mente responde con ideas
como: "Fue sólo suerte", "pura casualidad", "fue
gracias a fulana o fulano", "jamás me imaginé que lo lograría",
"ni yo me lo creo", "me hicieron el favor", "es que
soy amiga o familiar de perengano o perengana" y un largo etcétera. El
asunto es que sentimos que no merecemos el triunfo. En lugar de reconocer que
tenemos la capacidad, la habilidad, que nos esforzamos y trabajamos para que el
asunto se concretara, resulta que nos minimizamos y decimos que todo es obra de
la suerte.
No debemos posponer la aceptación personal, porque al no reconocernos
provocamos que se debilite nuestra confianza y surge el miedo a equivocarnos,
al ridículo, al fracaso, y perdemos la satisfacción de iniciar nuevos
proyectos.
Debemos, como mujeres en cambio, reconocer nuestros esfuerzos cotidianos y los mayores. Reconocer triunfos no es sinónimo de ego ni vanidad, sino de salud mental.
Una frase de Wilfred Peterson para finalizar:
“Pensar en grande antecede a los grandes logros”
Debemos, como mujeres en cambio, reconocer nuestros esfuerzos cotidianos y los mayores. Reconocer triunfos no es sinónimo de ego ni vanidad, sino de salud mental.
Una frase de Wilfred Peterson para finalizar:
“Pensar en grande antecede a los grandes logros”
No hay comentarios:
Publicar un comentario