jueves, 19 de febrero de 2015

¿Te has planteado, cuántas veces al día, reprimes tus emociones?

O por el contrario ¿Te has parado a pensar cómo tus emociones te desbordan intensamente sin control alguno?¿Sabes qué emoción estás sintiendo ahora mismo? ¿Podrías ponerle nombre? Nuestro cuerpo a través de la sensación nos va dando pistas de qué emoción traemos, pero para cada persona una sensación puede estar relacionada con una emoción diferente. Poder prestar atención a nuestras emociones, en el momento, nos ayuda a comprendernos mejor, a ponerles nombre y también a poder regularlas posteriormente. O más bien, dejar que fluyan, para que se autorregulen. 


La represión aprendida de nuestras emociones

Culturalmente nos hemos educado a guiarnos “racionalmente”, bajo el lema “pienso, luego existo”, restando importancia a las emociones. A nivel social, las emociones han sido etiquetadas y estigmatizadas como positivas (alegría, sorpresa, curiosidad) o negativas (dolor, rabia, miedo, tristeza). Durante muchos años hemos estado bajo esa mirada, y bajo este paradigma. Las emociones, eran algo tabú, y había que reprimirlas, negarlas, camuflarlas o calmarlas como fuera, para que no se notasen. Expresiones tales como: No llores, sé fuerte, no tengas miedo, ¿te suenan? A mí mucho. 
Pero años después se ha demostrado que las emociones no son buenas ni malas, simplemente son, tal cual, expresiones neutrales de cada uno de nosotros, que ponen en evidencia inevitablemente una necesidad concreta de ser humano. 

Evolutivamente,nos han permitido sobrevivir cómo especie. Se expresan a través del cuerpo, de los gestos, de la expresión de la cara, así como de nuestros pensamientos. Las emociones son reacciones instintivas para actuar, ante situaciones y circunstancias diversas.
Las emociones nos brindan la oportunidad para actuar de una forma diferente ante una situación concreta, nos guían para saber cómo actuar dependiendo de qué situación para facilitar la toma de conciencia de lo que nuestro cuerpo está experimentando. Las emociones nos dan una referencia de lo que nos sucede en un momento determinado, y la energía adecuada para actuar en cada situación. 

Cada una de las emociones son señales que nos ayudan a prepararnos para responder a diferentes situaciones de nuestra vida. Así por ejemplo a través de la rabia podemos saber que alguien ha traspasado nuestros límites, el dolor nos indica que ha aparecido pena o una herida profunda, el miedo nos comunica nuestra necesidad de seguridad, el placer nos ayuda a darnos cuenta de que nuestras necesidades están satisfechas en ese momento, la tristeza nos pone de manifiesto lo perdido, la frustración nos expresa que tenemos necesidades no atendidas, la confusión nos expresa que estamos procesando información contradictoria para nosotros mismos. Cada emoción tiene su propio mensaje e intensidad, y nos ayuda hacia el autoconocimiento. 

Las consecuencias de reprimir nuestras emociones 

Existen toda una serie de emociones que muchos consideran negativas o incómodas, como la tristeza el miedo, la rabia, etc., que a veces tendemos a tratar de reprimir, negándolas, ignorándolas y si es posible, tratando de no sentirlas.

Pagamos un precio muy alto si reprimimos nuestras emociones, ya que éstas no desaparecen sino que se quedan dentro de nosotros a nivel inconsciente, a punto de surgir con fuerza, ante cualquier oportunidad disponible. Para reprimir nuestras emociones, necesitamos una cantidad de energía muy grande, porque lleva mucho más desgaste físico, mental y emocional, el suprimirlas, que el sentirlas. Aunque deliberadamente queramos reprimirlas, no va a ser posible, ya que encontrarán su camino de otra forma ( rigidez en el cuerpo, insomnio, control, contracturas etc.) debido a que cuando reprimimos las emociones, en vez de proyectarlas hacia fuera, las estamos proyectando hacia dentro, y la energía pues se queda en nuestros músculos y en nuestro cuerpo.
Reprimir nuestras emociones provoca en nuestro cuerpo, dolores y molestias de todo tipo, además de enfermedades físicas y mucho estrés. Hay que pensar que la energía, no se destruye sino que se transforma. Entonces, si evitamos expresar la emoción ( que es energía pura) se puede transformar incluso en enfermedades de todo tipo.

El control de las emociones, una falsa gestión 

Una de las estrategias más comunes que utilizamos para intentar gestionar nuestras emociones más incómodas, es el control. Se cree que si controlamos nuestras emociones estas desaparecerán milagrosamente, pero no es así. En realidad, si tratamos de controlar el miedo, nerviosismo, impotencia, rabia, lo único que ocurre, es que la emoción se intensifica mucho. Entendemos controlar por intentar desconectarlas, racionalizarlas, reprimirlas, y negarlas. El hecho de controlar nuestras emociones, de esa forma solo hace que dejemos de estar en contacto con nosotros mismos. 
Cuanto más fuerte es la represión, más explosiva y potente será la emoción liberada. Es decir, que la respuesta será desmesurada. Las emociones que quedan atrapadas buscan una salida . Esto forma parte de la naturaleza de las emociones, porque deben sentirse y expresarse. Si nos negamos a dejar que salgan a la luz, las emociones se esforzaran por lograrlo. Las emociones que mantenemos reprimidas terminan por escaparse de la mente inconsciente.

Estrategias para expresar y gestionar nuestras emociones

Una de las claves para gestionar de forma eficaz las emociones, es que en vez de negarlas y reprimirlas permitamos que fluyan, esto no quiere decir que si estás enfadado con tu amigo, le hagas daño, ni transgredas sus limites. Fluir quiere decir, que atiendas a esa emoción, que le hagas caso, porque seguramente te está dando un mensaje. Ser consciente de nuestras emociones, ponerles nombre y atenderlas adecuadamente.

Sería una buena fórmula para empezar:

1. Reconocer la sensación corporal que tenemos en el cuerpo

2. Dejarnos sentir esa sensación (por ejemplo, un nudo en la garganta).

3. Una vez identificamos la sensación, buscar que emoción hay detrás de la sensación.

4. Si sabemos el nombre de la emoción perfecto, nos la permitimos sentir, sin juzgarla ni censurarla.

5. Si no sabemos el nombre de la emoción tampoco pasa nada, nos permitimos sentir, la emoción igual..

6. Vemos que por muy incómoda que sea la podemos gestionar.

7. Importante no engancharnos en la emoción y dejar que pase para que no se nos cargue en nuestra mochila emocional. 

El rincón de la mujer emprendedora

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