martes, 1 de julio de 2014

El arte de seguir en primera fila de la moda

Ni vestidos ni zapatos. Para celebrar el 60º aniversario de Pitti Immagine Uomo Florencia, una de las ferias textiles más importantes del mundo, la firma Salvatore Ferragamo ha preferido mostrar obras de Picasso, Degas y Le Corbusier. Equilibrium, la exposición sobre el bipedismo que inauguró el ayer en su museo, se suma a varias iniciativas artísticas que otras casas de origen florentino como Gucci, Emilio Pucci o Ermano Scervino han llevado a cabo en la ciudad durante esta semana. Un ambicioso programa que combate el tópico de que la moda italiana está más definida por el negocio que por la creatividad, además de atender a otros objetivos. El primero, la necesidad de apoyar al salón en un momento decisivo: cuando la Semana de la Moda de Londres disputa a Florencia el trono del mercado masculino y ambas citas se solapan durante uno de sus cuatro días obligando a prensa y compradores a elegir una de las dos.


La segunda meta es presentarse como un complemento artístico a la pasarela milanesa que se celebra a continuación, según apunta la directora del museo Ferragamo Stefania Ricci. Si la ciudad de Leonardo da Vinci ha de competir fuera de las fronteras nacionales no sería muy eficaz hacerlo también dentro. Milán propone —a través de sus desfiles— y Florencia dispone, gracias a los más de 18.000 representantes de tiendas y grandes almacenes que acuden hasta allí cada temporada para llenar sus comercios. Son las dos capitales de una industria que el año pasado facturó 66.000 millones de euros, según el centro de estudios Sistema Moda Italia. Y que ahora, mediante distintos proyectos culturales, reivindica que el adjetivo artístico no es privativo de París y Londres.

“Florencia se está convirtiendo en una ciudad avant garde y no solo en un reducto clásico. Estamos abriendo una nueva senda”, asegura Ricci, también comisaria de Equilibrium. La casa fundada por el zapatero Salvatore Ferragamo recorre en esta muestra los misterios que encierra el acto de andar a través de obras que van desde un enorme pie de bronce que data de la época del emperador Augusto I, y que ha sido traído del Foro Imperial romano, hasta una pieza multimedia realizada el año pasado por el videoartista Bill Viola. Entre ambas, pinturas de Picasso, Degas, Paul Klee, Rodin, Joan Miró e, incluso, una escultura de Julio González cedido por el Museo Reina Sofía. “Se trata de una exposición pensada para que pueda atraer a gente que tenga una aproximación a la pintura y un gusto muy diferente”; confiesa la directora. Al fin y al cabo, reconoce, una de las razones por la que las grandes firmas de moda se han acercado al arte “es para llegar a un público más amplio y distinto a sus clientes”. También para unir su marca a grandes símbolos. Ferragamo, por ejemplo, financia la restauración de ocho habitaciones de la Galería de los Uffizi.

Emilio Pucci patrocina la del Baptisterio de la plaza de San Giovanni. Con motivo del 60º aniversario de Pitti ha cubierto las obras con una gigantesca lona que reproduce la reinterpretación de un clásico de la casa: el pañuelo Battistero, diseñado por el propio Pucci en 1957 a partir de una vista aérea del Duomo. Una obra maestra de la mercadotecnia en la que resulta difícil discernir dónde acaba la valla publicitaria y dónde empieza el homenaje artístico.

Gucci, integrada en conglomerado de lujo Kering, decidió abrir su museo florentino de forma gratuita durante el martes. Su consejero delegado Patrizio di Marco explicó que la participación en el homenaje a la feria responde al compromiso que la casa tiene con “Florencia, sus manufacturas y la extraordinaria tradición en el trabajo de la piel en la región de la Toscana que hacen de ella uno de los ejemplos del éxito internacional de Italia”.

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