Hay días en los que decidimos ponernos las sonrisas que los demás nos regalan. Es casi inevitable que la esperanza que irradian nos haga sentir bien; y es que la alegría se contagia rápidamente a través de cada uno de nuestros sentidos sobre todo cuando viene de gente maravillosa.
Esto ocurre porque cierta gente tiene la capacidad de hacernos sentir bien, de grabar a fuego en nuestra piel el poder de la buena sintonía, de la esperanza y la positividad.
Por eso nos huelen estas personas de manera tan intensa y nos animan ante la vida, porque nos demuestran que podemos con todo y que no necesitamos echar el freno, solo sonreír y guiñarle un ojo a la vida.
El sabor de la gente feliz
La buena gente huele a cercanía, a abrazos y a cariño desmedido. Por eso solemos abrirnos más, porque nos sentimos próximos a ellos y nos hacen sentir en nuestro hogar.
Esta capacidad para arropar y darle una vuelta a nuestra tuerca cada día es lo que nos engancha y nos hace adictos al bienestar común y a la magia de las sonrisas, las buenas palabras y las buenas intenciones.
Así que no es de extrañar que nos guste rodearnos de gente así, pues son quienes más nos aportan, quienes son capaces de sumar y sumar sin apenas restar. Los ratos que pasamos a su lado son tan efímeros como genuinos, pues el tiempo se pasa volando a la vez que coleccionamos motivos por los que siempre volveremos a sus brazos, a sus miradas sinceras y a sus sonrisas.
Las emociones que se contagian
Transmitimos y captamos nuestros estados de ánimo de manera asombrosa. Es más, nuestro estado emocional es capaz de virar de 0 a 100 en segundos de una manera totalmente sutil, con mayor o menor intensidad y de manera consciente e inconsciente.
Hay personas que son capaces de cambiar nuestro humor con un “buenos días” acompañado de una sonrisa. De hecho, existe constancia de que cuando nos relacionamos con alguien percibimos su estado emocional de tal manera que incluso nuestra musculatura tiende a situarse de manera similar a la de nuestro acompañante.
O sea, que si la otra persona sonríe durante el tiempo preciso, contribuirá a que nosotros también lo hagamos. Esto no solo supone una simple imitación gestual, sino que generará una gran acercamiento emocional, el cual sucederá en mayor o menor grado dependiendo de nuestra sensibilidad.
El investigador John Cacioppo plantea que incluso independientemente de si entendemos o no la mímica de los demás, evocaremos de manera inconsciente sus emociones, produciéndose así una sincronización sentimental y emocional.
En este sentido hay gente que nos transmite de manera muy fuerte buenas emociones, por lo tanto el vínculo que establecemos con ellas es tan saludable que la unión derivará en un gran compromiso y, probablemente, en otros comportamientos basados en la lealtad y el cariño.
Así, aquellas personas a quienes percibimos con mayor entereza y determinación emocional, serán quienes más nos gusten y mejor nos hagan sentir, ya que consiguen modelar de manera positiva nuestro estado de ánimo.
El hecho de que estemos invisiblemente conectados de manera tan enérgica es algo que nos sorprende y nos maravilla muchísimo. A este respecto la ciencia va obteniendo respuestas y hoy en día podemos hablar de las neuronas espejo como la base de este tipo de comunicación.
Por eso la gente feliz, sincera y de buenas intenciones nos gusta tanto, porque gracias a ellos nos contagiamos de buen humor, de motivación y de alegría, sintiéndonos a su lado capaces de echarle a la vida los pulsos que hagan falta en cualquier momento.
El rincón de la mujer emprendedora
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