De pronto, y sin que sepas muy bien cómo, el universo entero parece hilar sus dedos artesanos para traerte aquello que esperabas, aquello que sin duda mereces y que tu propia esperanza había dado por perdida.
¿Por qué no? Algunos lo llaman suerte, otros designios, unos pocos hablan de ley de la atracción, pero en realidad… ¿Quién puede negarte que tu esfuerzo, dedicación y voluntad haya tejido su propia cuerda para que al final de la misma se hallara aquello que esperabas?
Las cosas buenas llegan a quien sabe esperar y a quien disfruta por fin de esa suerte que se ha ocupado en forjar jornada tras jornada. Es el destino, es la oportunidad y la fuerza interior de uno mismo conjugadas para traernos las cosas maravillosas que dan vida a nuestro corazón.
Si eres una persona que suele ver con gran escepticismo eso “de que las cosas buenas llegan de improviso si uno sabe esperar”, merece la pena que reflexiones con nosotros sobre estos sencillos aspectos. La magia, la suerte, la providencia y las cosas hermosas de la vida están a la vuelta de muchas de nuestras esquinas. Solo hay que sabe doblarlas, saber recorrer el camino con la mente abierta y el corazón dispuesto.
La suerte y la llegada de las cosas buenas se deben a un aspecto: creer en ti.
Tan sencillo como eso: las cosas buenas y el ancla de la suerte solo llegan a puerto de quien es capaz de creer en sí mismo para propiciar que determinadas situaciones sucedan.
Para que por fin llegue a nuestras vidas eso que tanto ansiamos, se necesita no solo un deseo. Debemos pensarlo: el pensamiento infunde la emoción y la fuerza de la voluntad, ahí donde la confianza en uno mismo y en sus posibilidades, actúan como auténticas llaves del cambio.
El rincón de la mujer emprendedora
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