viernes, 16 de octubre de 2015

Mónica García Ruiz se dio una NUEVA OPORTUNIDAD, y tú?

 MI NUEVA VIDA EMPEZÓ EN MI MAYOR TRAGEDIA PERSONAL

Hace casi un año me quedé en paro. Llevaba toda mi vida trabajando en una empresa maravillosa, en la cual había empezado como becaria, y de la cual llegué a ser la directora del departamento de sistemas informáticos y marketing web. Yo estudié análisis de sistemas informáticos, y con el tiempo me especialicé en programación web, y en marketing en redes sociales. Estaba supercontenta, tenía un trabajo genial, rodeada de gente estupenda, donde cada día era un reto. Cobraba muy bien, por lo que hace unos años decidí independizarme y me compré mi propio piso. Lo amueblé con toda la ilusión y me fui a vivir por mi cuenta. Las cosas me iban realmente bien, hacía mi vida como quería. Todos los días tenía un lugar a dónde ir, tenía mucha vida social en el trabajo, y lo mejor es que ¡me encantaba! Incluso cuando me venía un cliente enfadado, o molesto, me gustaba el poder ayudarle y encontrar la forma de que quedara a gusto. En resumen, mi nivel de vida era bastante bueno.

Hace casi un año todo eso cambió. Como la mayoría de PYMES españolas, mi empresa empezó a decaer. Hace unos años ví como la plantilla iba disminuyendo e iba despidiéndome de mis compañeros. Yo pensaba que todo se arreglaría antes de que me tocara a mí, la crisis no podía durar tanto (¡qué ilusa! en 2009 pensaba que para 2010 todo cambiaría). Poco a poco veía como la cara de mis jefes (los cuales eran mi familia) iba cambiando poco a poco, el ambiente era peor, todos estaban de mal humor, las condiciones empeoraban: clientes que no pagaban, empresas amigas que desaparecían absorbidas por las deudas, falta de dinero en cuenta a fin de mes... Conforme pasaban los meses todo iba a peor, aún así yo no perdía la esperanza e intentaba transmitírselo a todos los que tenía alrededor. Pensaba que en algún momento nos saldría una gran oportunidad que nos salvaría, pero no fue así para mí. 

El día que me despidieron, casi me sentí aliviada (¡fijaros que tontería!, no sabría deciros exactamente por qué, pero creo que fue porque mi empresa tendría un gasto menos, y podría intentar sobrevivir). Cuando mi jefe con lágrimas en los ojos me dijo que no podía seguir manteniendo mi puesto, sólo pude darle un abrazo y decirle que no se preocupara, que todo saldría bien. También me dijo que ni siquiera me podía dar los 15 días que normalmente se dan de aviso con antelación, porque ni si quiera sabía si podría pagármelos; así que mi periodo de vida útil se reducía a 48 horas.

Ese día la tranquilidad se apoderó de mi. Llamé a mis padres, a mi hermana y a una amiga. Lo tomé como algo que podía pasar y que no era tan grave como lo pintaban. Así que me dispuse a terminar todo lo que tenía pendiente de manera apresurada, y a formar a un superior para que se quedara con mi puesto (¡fijaros la ironía! "formar a un superior", sólo yo podía resolver ciertos problemas, por eso quizás en algún momento me creí imprescindible, y evidentemente no es así; nada ni nadie es imprescindible nunca). Al día siguiente volví a mi despacho, como si nada hubiera pasado. Dí los buenos días, preparé café para todos, e incluso salí a fumar un cigarrillo con un compañero y hablamos de todo un poco. Me seguía sintiendo tranquila. 

Esa tranquilidad se esfumó por completo cuando mi jefe se dirigió a mí con los papeles del despido en la mano; y de momento digo: "¿queeee? ¿despedida yo? ¿cómo? A ver, a ver.... ¿eso significa que de verdad no voy a volver más?" Esas y mil preguntas más se apoderaron de mí. Mi tranquilidad desapegada era una excusa y una tapadera que había creado mi mente para no afrontar el miedo al despido. Pero en ese momento ya no valía ninguna excusa, estaba siendo despedida y después de un leve movimiento de muñeca dejando mi rubrica en un papel todo se habría acabado. Con lágrimas en los ojos (tanto yo, como mi jefe) fui firmando uno a uno los papeles del despido. Al terminar una sensación de vacío se apoderó de mí, dí un vistazo rápido a la mesa de mi despacho, a mis carpetas de clientes, a mis notas... y no pude decir ni palabra. Mi jefe me dijo que entendería que me fuese en ese momento y no terminara el día, pero yo decidí quedarme para terminar de cerrar unos asuntos y dejar unas directrices a mis compañeros.

Esa tarde fue todo demasiado rápido, y no recuerdo exactamente qué hice. Sólo que cuándo llegaron las 6 de la tarde, apagué mi ordenador, limpié mi mesa, le dí un gran abrazo a mi mejor amigo y compañero de trabajo que había tenido nunca...y con lágrimas en los ojos cerré la puerta y dejé toda mi vida laboral hasta ese momento detrás de mí. No sabría deciros tampoco como me sentí esa noche cuando llegué a casa, creo que no varié mi rutina para nada. Hice lo mismo que habría hecho un martes normal, e incluso temprano me fui a la cama para poder madrugar al día siguiente. "¡Buenas noches Mónica! -me dije a mí misma y me dormí-".

Al día siguiente me levanté temprano, sobre las  7.30 como siempre, desayuné, me dí una ducha, me vestí como un día cualquiera. Cuando llegó la hora que en teoría debería irme a trabajar me senté en la cama, y ahí fue donde mi gran choque con la cruda realidad se hizo visible. Casi con 30 años comencé a llorar como una niña de 6. "¿Y ahora qué hago? ¡No tengo a donde ir! Pero, ¿cómo me voy a quedar hoy en casa?" Recuerdo que era un día de invierno, y estaba bastante nublado y hacía frío, es decir, el tiempo no invitaba nada a salir a la calle, y daba una visión más oscura de la vida (de mi vida en ese momento, adoro los días de lluvia). No dejaba de llorar y llorar, ¿qué podía hacer?. Cuando conseguí tranquilizarme un poco, decidí que lo mejor era quedarme en casa ese día y aclarar pensamientos. ¡No pude tener una idea peor! Fue uno de los peores días de mi vida que recuerdo. Lo pasé fatal, muy triste, deprimida, aún con el sabor amargo de la despedida del día anterior... pero ¿por qué me había tocado a mí? Conforme iba llegando la noche, sentía que podía estar de muchas maneras pero sabía que no podría soportar un día más como el que había pasado.

Amanece un nuevo día, y vuelvo a levantarme a la misma hora. Desayuno, me visto, y me preparé una gran bolsa deportiva para irme directa al gimnasio. Me puse mi mejor sonrisa, mi mejor actitud y mis mejores (por qué no decirlo) culottes de ciclista para entrar a la primera clase de spinning que hubiera disponible. 
Así fue, me fui al mejor gimnasio de mi ciudad, y pasé una mañana estupenda. 

Por aquellos días estaba empezando una relación con un chico, por lo que me sentía feliz en ese aspecto. Tenía mucho más tiempo libre, y podíamos hacer muchas actividades en común. También se acercaban las navidades y era una oportunidad estupenda para ver a mis amigos y familiares que cuando trabajaba, apenas tenía tiempo para ver. Mi mente empezó a pensar en positivo, y con los días la situación de quedarme en paro no me parecía tan mala. Aún así, aunque desde casa, yo seguía terminando pequeños trabajos para clientes por lo que no me sentía desconectada del todo.

Los meses pasaron, y mi vida ya estaba más asentada, pero algo dentro de mí no iba bien (aunque yo en ese momento no lo sabía). Las cosas con este chico empezaron a no ir todo lo bien que yo esperaba, el tiempo libre se convirtió en tiempo para darle vueltas a la cabeza y para pensar de más. No tenía nada que hacer, en lo que concentrar toda mi energía para tener una buena salud mental, por lo que poco a poco fui apagándome y dejándome arrastrar por emociones inútiles. Al final, como no podía ser de otra manera, a los pocos meses caí en una depresión. No le veía sentido a nada, me sentía perdida. No tenía trabajo, mi relación se había ido al traste y no entendía por qué. En mi mente sólo había frases sin sentido y pensamientos dañinos, me sentía como la persona más inútil del mundo. No me merecía ser feliz y lo peor es que yo era la primera que me decía mí misma que no lo merecía.

La gran suerte de mi vida es mi familia, mis padres y mi adorable hermana. Al verme en ese agujero, fui consciente de que yo sola no podría salir por lo que les pedí ayuda. Fui al médico, me mandó un pequeño tratamiento para que me volvieran los ánimos. Comencé a hacer deporte de nuevo, y comencé a verme a mí misma de otra manera. Volvía a tener ganas de levantarme por las mañanas y de volver a vivir. Entonces conforme se me iba aclarando la mente, me iban viniendo nuevas ideas. Empecé a leer libros de automotivación, apagué la televisión y dejé de leer los periódicos. Leía y leía, busqué a personas que estaban en la misma situación que yo, y las animaba a salir de ahí. Me puse una rutina, sólo podía ver videos y leer libros que me aportaran algo nuevo, algo en que pensar, algo que "encendiera mi bombilla".

Una mañana me levanté y me hice la siguiente pregunta: "¿Qué quieres hacer? ¿Si no necesitaras dinero para vivir a qué te dedicarías?" Y de momento, me vino la respuesta. ¡YO QUIERO AYUDAR A LA GENTE! Quiero hacerles ver su valía, ayudarlos a levantar sus propias empresas, que sean personas exitosas, que sean personas que vean la vida por el lado positivo; ayudarlos a entender qué les pasa, cómo pueden encontrar soluciones fáciles, enseñarles a VIVIR. Y así fue, a partir de ahí mi vida cambió, porque YO DECIDÍ QUE CAMBIARA.

Me propuse que en año me formaría como coach, aprendería PNL, terapias alternativas, estudiaría la mente humana, las emociones que tenemos y me convertiría en emprendedora. Y aquí me tenéis. Decidí aprovechar todas mis capacidades para conseguirlo, y aunque todavía me queda un largo camino para llegar a mi destino, ya estoy en ello. Pasito a pasito, llegaré. He empezado por crear una comunidad en facebook y tengo terminada mi propia página web. En unos meses (o quizás menos) podré ofreceros seminarios online, y consultas particulares. Quiero compartir todo lo que se, con todo el que lo necesite. Y convertir mi capacidad en mi modo de vida laboral. Quiero que el dinero trabaje para mí, no yo para el dinero. ¡Ésta es mi nueva vida y voy a hacer que sea una vida maravillosa!

Esta es mi experiencia personal. Espero que por lo menos os sirva de referencia. Amigos, cada uno somos lo que queremos ser. Si quieres estar triste, estarás triste. Si quieres deprimirte, te aseguro que lo harás y hasta límites insospechados. Ahora, si quieres tener éxito, de verdad, si estas dispuesto a trabajar, a levantarte con una gran sonrisa, a poner todo tu esfuerzo y dedicación en algo que te apasiona, llegarás más lejos de lo que nunca nadie ha llegado. 

¡Os mando un gran abrazo con todo mi cariño, y sobre todo mis mejores energías para que seáis la gran persona que lleváis dentro!

Autora: Mónica García Ruiz
Fundadora Aprendiendo PNL y Coaching



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