Cuando se habla de fantasías muchos creen que se está hablando acerca de un tema muy distante de la realidad cotidiana. Se supone que lo fantástico solo está asociado a hechos extraordinarios o fuera de lo común. Sin embargo, si algo hacemos en nuestro día a día es lidiar con fantasías.
Se puede decir que, básicamente, vivimos inmersos todo el tiempo en un conjunto de fantasías. Mucho de lo que hacemos o dejamos de hacer se sustenta solamente en razones imaginarias y no reales, en el sentido estricto del término. A la pregunta de por qué vivimos de esta forma y no de otra, seguramente muchos responderán con argumentos que tienen mucho más de fantasía cultural que de realidad vital.
“La mejor amiga y la peor enemiga del alma es la fantasía”.
Hay fantasías creativas. Son las que sí se apartan de lo común e introducen lo extraordinario. Sin embargo, también hay fantasías poco creativas. Son las que oímos decir a otros y repetimos como si fueran verdad. Son las que están más fuertemente arraigadas en una cultura y por eso se presentan como verdad, aunque no lo sean.
No tenemos, y no tendríamos por qué tener, una percepción objetiva de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Buena parte de lo que compone nuestras ideas está influenciado por las fantasías con las que fuimos educados y por las que nosotros mismos hemos construido. Lo bueno es que lo fantástico es también plástico: puede moldearse, transformarse, cambiar. No está sujeto a las leyes implacables de ninguna realidad.
Lo bueno es que lo fantástico es también plástico: puede moldearse, transformarse, cambiar. No está sujeto a las leyes implacables de ninguna realidad.
Las fantasías maravillosas
Algunas fantasías nos ayudan a alimentar las ganas de vivir y de evolucionar. Por ejemplo cuando tenemos la percepción de que merecemos mucho y que siempre va a llegar algo bueno a nuestras vidas. Se traducen como optimismo, perseverancia y resiliencia.
Lo paradójico es que, aunque esas fantasías no se basen en una prueba objetiva, logran convertirse en realidad. Nacen como convicciones sin evidencia, pero nutren tan positivamente a un sujeto que le permiten ser más justo consigo mismo y encontrar lo mejor de cada situación.
Toda gran hazaña humana ha comenzado como un sueño fantástico. No ocurre al contrario, como en la ciencia. No se encuentra la evidencia para hacer el planteamiento, sino que se hace el planteamiento primero y luego se le arrancan las evidencias a la realidad. Por eso se puede afirmar que así de lejos como sueñes, así de lejos vas a llegar.
Las fantasías terribles
En la mente humana también ocurre lo opuesto. Las personas somos capaces de crear verdaderas pesadillas, que en principio solo están en nuestra mente. Piensas que todo va a salir mal y, aunque salga bien, para ti saldrá mal. Crees que no lo mereces y aunque no haya ninguna prueba para afirmar eso, terminas por renunciar o sabotear las posibilidades de estar mejor.
Algunas de esas fantasías terribles llegan incluso más allá. En ocasiones se expresan como delirios que tienen diferente intensidad. Una culpa imaginaria es capaz de llevarte a crear una persecución imaginaria también. El miedo a caerte te induce a tropezar. Los celos locos siembran la semilla de la infidelidad en el otro.
Hay casos en los que la fantasía se torna invasiva y toma el control. Puedes llegar a estar seguro de que si duermes nunca vas a despertar. O creer que tu cuerpo es un saco de grasa y dejar de comer. Incluso es posible que imagines que tu valor es nulo, o tu vida un despropósito y, consciente o inconscientemente, te empeñes en morir.
El límite para la fantasía
Los humanos somos animalitos imaginativos. Estamos marcados por las fantasías desde que nacemos. Somos, primero que todo, una fantasía feliz, temida o inesperada de nuestros padres. El significado que ellos nos dan es lo que hace posible nuestra vida. Si no hubieran interpretado nuestra llegada al mundo, de una forma fantástica, no habríamos nacido. Ellos construyeron una idea, sin pruebas, de lo que sería nuestra vida en el planeta. Y dijeron “sí”.
Las fantasías están en la esencia de lo humano. De ellas venimos y hacia ellas vamos. Toda expectativa frente a la muerte tiene una dosis fantástica. Toda expectativa frente a la vida, también. La incertidumbre es lo único real. Lo demás, lo llenamos con creaciones de nuestra imaginación.
Sin embargo, el mundo de lo fantástico abarca una amplia gama de matices. Va desde lo completamente absurdo hasta lo razonable y lo probable. Para crear, para hacer arte, nos conviene darle rienda suelta a las fantasías. Para vivir, conviene mantenernos dentro los límites de lo posible. Y en todos los casos nos ayuda mucho entender que siempre podemos rediseñar nuestras fantasías para que sean una fuerza a favor y no en contra.
El rincón de la mujer emprendedora
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