martes, 27 de junio de 2017

Los 4 dones de las personas altamente sensibles

Cuando uno se ve en minoría frente a la gran mayoría, la primera sensación es sentir desventaja y miedo. ¿Por qué percibo las cosas de un modo diferente? ¿Por qué sufro más que el resto? ¿Por qué encuentro alivio en mi propia soledad? ¿Por qué observo y siento cosas que los demás suelen pasar por alto?

Ser parte de eso 20% de la población que se reconoce a sí misma como una persona altamente sensible no es una desventaja, ni te etiqueta como “diferente”. Es muy posible que a lo largo de tu vida, y en especial durante tu infancia, fueras muy consciente de esa distancia emocional, y de como en ocasiones, tenías la sensación de vivir en una especie de burbuja de extrañeza y soledad.
La alta sensibilidad es un don, una herramienta que te permite poder profundizar y empatizar más con las cosas. Pocas personas tienen la capacidad de llegar a este punto de aprendizaje vital.
Fue Elaine N. Aron quien a principios de los 90, ahondando en la personalidad introvertida, detalló con minuciosidad los rasgos de una nueva dimensión no descrita hasta entonces, y que reflejaba una realidad social: la de las personas altamente sensibles, reflexivas, empáticas y a la vez, reactivas emocionalmente.
Si es tu caso, si te sientes identificado/a con esos rasgos que la doctora Aron nos dejó en su libro “The Highly Sensitive Person”, es importante que te convenzas también de que la alta sensibilidad no es un motivo para sentirte extraño o diferente. Al contrario, debes sentirte afortunado por contar con estos 4 dones.

1. El don del conocimiento emocional

Ya desde la infancia, el niño con alta sensibilidad va a percibir aspectos en su día a día que le van a ofrecer una mezcla de angustia, contradicción y fascinante curiosidad. Sus ojos captaran aspectos que ni los adultos tienen en cuenta.
Esa mueca de frustración en sus maestros, la expresión de preocupación en su madre… Serán capaces de percibir cosas que otros niños no ven, y ello, les enseñará desde muy pequeños que la vida es a veces difícil y contradictoria. Verán el mundo con la mirada de niño que se abre tempranamente al mundo de las emociones sin saber aún que las guía, que las hace vibrar o qué afila el sufrimiento adulto.
El conocimiento de las emociones es una arma de callado poder. Nos acerca más a las personas para entenderlas, pero a su vez, también nos hace más vulnerables al dolor.
La sensibilidad es como una luz que resplandece, pero a su vez, nos hace más vulnerables al comportamiento de los demás, a las mentiras piadosas, a los desengaños, a las ironías… ¡Es que todo te lo coges a la tremenda! te dirán a menudo, ¡Es que eres muy sensible! te comentarán otros.
Y así es, pero eres lo que eres. Un don exige una alta responsabilidad, tu conocimiento sobre las emociones te exige también saber protegerte. Saber cuidarte.

2. El don de disfrutar de la soledad

Las personas altamente sensible encuentran cierto placer en sus instantes de soledad. Son rincones que buscan con anhelo para llevar a cabo sus tareas, sus aficiones. Son personas creativas que disfrutan de la música, de la lectura… Y aunque ello no quita de que disfruten también de la compañía de otros, es en soledad cuando más satisfacción encuentran.
Las personas altamente sensibles no temen a la soledad. Son esos instantes en que pueden conectar más íntimamente con ellos mismos, con sus pensamientos, libres de apegos, lazos y miradas ajenas.

3. El don de una existencia desde el corazón

La alta sensibilidad es vivir desde el corazón. Nadie vive más intensamente el amor, 

nadie se deleita más con los pequeños gestos cotidianos, con la amistad, con el cariño


A la hora de hablar de las personas altamente sensibles, se les asocia a menudo al sufrimiento. A su tendencia a las depresiones, a la tristeza, a sentirse vulnerables frente a los estímulos externos, frente al comportamiento de la gente. No obstante, hay algo que el resto no sabe: pocas emociones se viven con tanta intensidad como el amar y ser amado…
Y no hablamos solo de relaciones afectivas, la amistad, el cariño cotidiano, o el sencillo acto de experimentar la belleza de un cuadro, de un paisaje o de una melodía, es para la persona altamente sensible una vivencia intensa. Enraizada en el propio corazón.

4. El don del crecimiento interior

La alta sensibilidad no se cura. Uno viene al mundo con ello, con esa particularidad, con ese don que ya se puede ver claramente desde que un niño es bien pequeño. Sus preguntas, su intuición, su tendencia al perfeccionista, su umbral al dolor físico, sus molestias ante luces o olores fuertes, su vulnerabilidad emocional
No es fácil vivir con este don. No obstante, una vez uno reconoce lo que es y lo que nos puede aportar, llega el momento en que debemos aprender a gestionar muchos de esos detalles. No debes dejar que las emociones negativas te desborden en ciertos momentos.

Debes aprender también que los demás, van a otro ritmo, que no tienen tu umbral emocional. Que no vivirán ciertas cosas con tu misma intensidad, no obstante, ello no significa, por ejemplo, te quieran menos. Respétalos, entiéndelos. Entiéndete a ti.

Una vez hayas descubierto tu propio ser y tus facultades, encuentra tu equilibrio y fomenta tu crecimiento personal. Eres único y vives desde el corazón. Anda en paz, anda en seguridad, y sé feliz.

El rincón de la mujer emprendedora

No es lo que dices, sino cómo lo dices

En “El principito” se dice que “el lenguaje es fuente de mal entendimiento”. La frase es muy sabia, si tomamos en cuenta que no es nada fácil convertir nuestros pensamientos en palabras y expresarlas de tal modo que nuestro interlocutor las comprenda completamente. Lo que dices no tiene que ser entendido según como tú creas.


De hecho, nuestros mensajes nunca son comprendidos en un 100%. Si alguien dice, por ejemplo, “estoy enamorado”, se refiere a una realidad que difícilmente va a ser entendida por el otro totalmente. 

“Estoy enamorado” puede ser sinónimo de estar ilusionado, haber logrado un vínculo muy estrecho con la pareja, o sentirse simplemente muy atraído por otra persona. Tendríamos que conocer mucho a alguien para saber qué dice cuando dice “estoy enamorado"

Sea como fuere lo que pienses, creo que es mejor decirlo con buenas palabras.”

Así mismo, las palabras no son la única fuente de comunicación, pues son acompañadas por las actitudes, los gestos, las posturas. Se puede decir algo con la lengua y otra cosa totalmente opuesta con el tono, la mirada o la actitud en general. De ahí que aprender a comunicarnos sea un verdadero arte.

Lo que dices…

El mayor desafío de la comunicación se produce cuando hablamos de nuestro mundo interior. Especialmente de nuestros sentimientos, emociones o percepciones. Además de que no es fácil poner todo eso en palabras, resulta imposible desligarnos de los sentimientos, emociones y percepciones que podemos generar al decir algo. Para comunicar algo, siempre tomamos en cuenta la reacción que desatamos en quien nos escucha.

No nos comunicamos solamente para transmitir una información, sino que principalmente buscamos incidir de alguna manera en nuestros interlocutores. Queremos que nos crean, que nos admiren, que nos validen, que nos comprendan.

Pero a veces también buscamos que nos teman, nos obedezcan, nos permitan imponernos o que se sientan lastimados, heridos. A veces somos conscientes de esto y a veces no. Por extraño que parezca, en ocasiones nuestro propósito al comunicarnos es crear confusiones. No que nos entiendan, sino que dejen de entendernos.

¿Qué hay detrás de lo que dices?

Es precisamente la intención lo que define la esencia de cada mensaje. Se puede halagar a alguien para reconocer sus virtudes, pero también para adular a esa persona y hacerla más vulnerable a algún tipo de manipulación que queremos poner en marcha.

Esa intención, sin embargo, muchas veces no es clara ni siquiera para nosotros mismos. Pensamos que nuestro objetivo es “sacar a otro de su error”, pero no hemos considerado la posibilidad de que sea el otro quien tenga la razón.

Creemos que el propósito es desnudar nuestros sentimientos, pero ignoramos el hecho de que muy en el fondo lo que en realidad estamos buscando es compasión o reafirmación. Y si no las obtenernos, aseguramos que no comprendieron ni una letra de lo que dijimos.

Más allá de las palabras que dices

La comunicación humana es un proceso complejo, que siempre tiene algún grado de equívoco. No depende solamente de las palabras que empleamos para decir las cosas (aunque estas son muy importantes), sino de un sinnúmero de circunstancias.

Hay que tomar en cuenta el momento, el lugar, el interlocutor. Pero principalmente tiene que haber un gran esfuerzo para asegurarnos, hasta donde sea posible, de que decimos realmente lo que queremos decir. Los seres humanos estamos comunicando todo el tiempo. Con la expresión de nuestro rostro, la forma en que nos vestimos, en que caminamos, nuestra mirada y un largo etcétera.

De este modo, buena parte de nuestros mensajes se libran en el plano del inconsciente. Cuando decimos que alguien nos “da mala espina”, es porque nos ha comunicado con sus gestos y actitudes que aparentemente no es confiable. Igual al contrario. Eso que comunicamos en todo momento de nosotros mismos genera el precedente para vínculos constructivos, destructivos o neutrales.

Comunicarnos desde el afecto

Los vínculos cotidianos, con el señor que nos vende la leche por ejemplo, estarán impregnados de sensaciones y emociones a las que probablemente no les demos mucha importancia. Pero cuando se trata de los grandes vínculos en nuestra vida, el tema de la comunicación se vuelve relevante.

Los vínculos estrechos están llenos de elementos comunicativos. Las palabras, los silencios, las miradas, todo en realidad tiene algún significado.

Es entonces cuando resulta más importante que nunca generar mecanismos para que los mensajes fluyan de una manera sana. Para lograrlo es importante erradicar ciertas fórmulas de comunicación y alimentar otras.

Básicamente es necesario aprender a comunicarnos desde el afecto. Aludir a lo que sentimos, de la manera más clara posible y evitar la desastrosa costumbre de referirnos a lo que siente el otro. ¿Cómo es que tú sabes que siente otra persona, si, seguramente, no conoces del todo lo que sientes tú mismo?

La comunicación agresiva siempre deja huellas profundas. Los únicos acompañantes de la ira deben ser el silencio y la pausa. Si no es así, es muy probable que deformemos lo que realmente queríamos decir.

La buena comunicación exige serenidad y pertinencia. Buscar el momento, el lugar y el estado de ánimo adecuado para tratar temas difíciles. Dejar fluir espontáneamente nuestros afectos cuando estamos tranquilos y abiertos a los demás.

En realidad, lo que entorpece la comunicación no es lo que dices, sino la forma como lo dices. Y lo que enriquece un vínculo importante es tener la delicadeza de escoger las mejores formas para decirnos y decirles a otros lo que sentimos y pensamos.

El rincón de la mujer emprendedora

lunes, 26 de junio de 2017

A veces, necesitamos escuchar lo que significamos para alguien

A veces, necesitamos escuchar un “te quiero”, un “eres importante para mí” o un “gracias por ser como eres”. Saber lo que significamos para alguien no es ningún acto de debilidad. No buscamos sentirnos validados, lo que necesitamos únicamente es escuchar en voz alta lo que siente el corazón, vernos reconocidos y acariciados a través de las palabras, del tono y de una voz sincera.


Recuerda: el amor no es algo intangible ni intraducible, no es humo, no es un perfume, porque el verbo “amar” se declina con nuestros cinco sentidos y es así como nos sentimos nutridos, reconfortados. No tenemos porqué dar por sentados los afectos cuando creamos un vínculo, el “ya sabes lo que siento” no basta ni alimenta una relación, y el “si estoy contigo es por algo” puede suscitar, en ocasiones, más dudas que certezas cuando de verdad amamos a alguien.

“Una palabra bien elegida puede economizar no sólo cien palabras sino cien pensamientos”

Casi nadie necesita escuchar una y otra vez lo que significa para los demás, pero tener a nuestro lado a personas que no hablan el lenguaje de las emociones, que se escabullen y que no perciben la necesidad del otro por ser reconocidos o apreciados a través de la palabra, suele agotar. Incluso, lo que es peor, crean y alimentan dudas, incertidumbres e insondables vacíos.

A menudo, la persona que padece la hambruna de la caricia emocional, expresada a través de la palabra, está obligada a ser una traductora de gestos. Ahí donde leer el cariño a través de las miradas, la preferencia a través de las acciones, y la sinceridad a través de esas conductas cotidianas de un ser amado alexitímico que ni percibe ni expresa. Algo así, puede resultar sin duda agotador…

La necesidad de escuchar y sentir que somos importantes para alguien

Sentir el amor, el cariño y el reconocimiento en cada átomo de nuestros sentidos, en cada vibración de nuestros latidos y en cada conexión de nuestras células cerebrales nos confiere equilibrio, bienestar, plenitud. El ser humano está programado genéticamente para conectar con sus semejantes, porque es así como garantizamos nuestra supervivencia, porque es de este modo como hemos logrado avanzar, evolucionar, crecer como especie.

“Muchas veces las palabras que tendríamos que haber dicho no se presentan ante nuestro espíritu hasta que ya es demasiado tarde”

Por tanto, nadie debe auto-percibirse como una persona débil o dependiente si echa en falta que su pareja o sus seres queridos le dediquen una palabra de afecto, un gesto de cariño traducido en una frase amable, en una expresión donde habite por igual la empatía y el cariño. Para nuestro cerebro es un acto muy significativo y de ahí, que necesitar un “gracias”, un “eres increíble” o “me encanta tenerte a mi lado” de vez en cuando sea algo no solo natural, sino lógico y necesario.

Por otro lado, no podemos descuidar algo esencial. No solo los adultos necesitamos escuchar lo que significamos para los demás. Los niños necesitan este tipo de gestos tanto como el alimento tanto como esas manos fuertes que los sujetan mientras aprenden caminar, más que esa ropa con la que se visten o ese juguete tan caro que nos piden a cada instante.

Los niños necesitan el refuerzo positivo de la palabra y la caricia emocional, de esa voz que los valida, que les confiere seguridad, que les inyecta confianza y amor del bueno, de ese que da alas y hace crecer las raíces.

La importancia del vínculo afectivo y la calidad del mismo, determinará muchas conductas futuras; así, todo niño que en esa infancia más temprana se críe en un entorno de frialdad emocional, de inseguridad o de negligencia parental, tiene muchas más probabilidades de desarrollar trastornos de conducta, y claras dificultades a la hora de hacer uso de un adecuado lenguaje emocional.

Háblame sin miedos, háblame desde el corazón

Los analfabetos emocionales abundan en exceso, y no nos referimos solo a quienes padecen ese trastorno afectivo-cognitivo de la comunicación llamado alexitimia. Es algo más complejo, algo más profundo y que tiene que ver sobre todo en cómo nos educan. Lo podemos ver en muchos de nuestros entornos más cotidianos, escuelas, trabajos, etc, ahí donde crecen en abundancia los “secuestradores emocionales” en lugar de los “facilitadores emocionales”.

El lenguaje es el vestido de los pensamientos.

Vemos niños que ejercen el bullying en las aulas o en las redes sociales, vemos directivos incapacitados para crear climas laborales más empáticos, respetuosos y creativos. Lo vemos en nuestro modo de comunicarnos, ahí donde llegar a pensar que al hacer uso de los emoticonos y de las caritas sonrientes ya construimos un lenguaje significativo y validante.

Sin embargo, no es así. Tal y como nos explican en el libro “Corazones Inteligentes” de Natalia Ramos y Pablo Fernandez, a nuestro mundo le falta cierta aplicación práctica de la Inteligencia Emocional. Porque las emociones no se viven en abstracto, no son algo difuso, la vida no es una película de David Lynch, ahí donde el lenguaje narrativo aunque fascinante y simbólico, carece en ocasiones de sentido. La vida necesita un sentido firme y el amor, certezas.

Por tanto, hagamos uso efectivo del lenguaje, permitamos que sea un instrumento que crea y valida. Ahí donde ser valientes, ahí donde permitir que nuestro corazón cuide y acaricie, donde conectar con los demás a través de palabras positivas, de frases que transmiten un afecto real

El rincón de la mujer emprendedora

miércoles, 21 de junio de 2017

La depresión detrás de la sonrisa

¿Cuántas personas crees que conoces que parecen felices pero luchan con pensamientos depresivos en el día a día? ¿Haces esto con frecuencia? Se suele creer que las personas deprimidas son incapaces de tener una vida como cualquiera. Quizá piensas que pasan la vida en la cama y que no pueden funcionar en el trabajo. La realidad es que ninguna de estas dos ideas es correcta.


No todos experimentan la depresión de la misma forma. En algunos casos es prácticamente imposible identificarlos si solo analizas la forma en la que viven. Podrías sorprenderte al descubrir que hay quienes sonríen, son altamente funcionales, bromistas y tienen una vida social de los más agradable.

La depresión sonriente

Muchos psicólogos coinciden en que los casos de depresión más sorprendentes son aquellos de la llamada “depresión sonriente”. No sería sorprendente si nunca has escuchado este término. Una forma de definirlo es como “la apariencia de felicidad hacia los demás cuando se viven los síntomas de la depresión de forma interna”.

Será difícil que identifiques si alguien cercano a ti padece este tipo de depresión. Quienes viven con ella han aprendido a ocultar sus emociones y demostrar solo lo que se espera de él o ella. Es muy común que no quieran aceptar su depresión o que no quieran tener que enfrentar sus síntomas porque temen que los demás los consideren débiles o raros.

La parte más importante de la depresión sonriente es la tristeza. La sonrisa es un mecanismo de defensa contra el exterior en un intento de ocultar sus verdaderos sentimientos. Puedes estar experimentando una profunda tristeza por una relación fallida, una profesión complicada, la falta de un propósito en tu vida o la soledad no deseada. La tristeza también puede manifestarse como una constante cuando sientes que “algo no está bien”.

¿Por qué es tan peligrosa la depresión sonriente?

La persona que vive con depresión sonriente puede sentirse ansioso, enojado, con miedos excesivos, cansado, irritable y sin esperanza. Puede que estos sentimientos no aparezcan todos juntos. Incluso, es probable que durante largos períodos no aparezca ningún síntoma de manera recurrente.

Imagina a la depresión sonriente como una máscara. Quienes sufren de depresión sonriente no dan ninguna señal de su problema al mundo exterior. A menudo mantienen un trabajo a tiempo completo, un hogar, participan en deportes y tienen una vida social muy activa. Con su máscara todo parece perfecto. Sin embargo, pueden sufrir ataques de pánico, baja autoestima, tristeza, insomnio y, en algunos casos, pensamientos suicidas. Esto último es justamente la parte más preocupante.

Por lo general quienes viven y aceptan que tienen depresión severa pueden tener pensamientos suicidas, pero no la energía para actuar. Sin embargo, aquellos que sufren de depresión sonriente tienen la capacidad energética para planificar y lograrlo. Suelen ser el caso típico de la persona que se suicidó y sorprendió porque nadie imaginaba que algo iba mal en su vida. Ésto es lo que hace que esta depresión sea el tipo más peligroso.

¿Cómo evitar las consecuencias negativas?

Si estás viviendo con este tipo de depresión recuerda que existen alternativas que te ayudarán. Éste es uno de los problemas de salud mental más tratables. Ya sea a través de consejería o psicoterapia, es posible salir adelante con éxito.

En caso de que sospeches que un familiar o ser querido vive con depresión sonriente, prepárate para que su primera reacción sea la negación. No es una falta de interés por su parte, sino que existen sentimientos negativos enmascarados, como el miedo o la inseguridad. Quizá la persona que lo sufre ni siquiera es consciente de que tiene este problema y la palabra “depresión” le puede sonar exagerada.

Además de la terapia, es importante buscar el apoyo en amigos y familia. Buscar un confidente puede ser el paso clave para analizar lo que sientes y lo que te preocupa. Esta persona no solo te escuchará, también te ayudará a ver las cosas con otra perspectiva. No pienses que serás una carga. A veces nos olvidamos que los que nos rodean nos quieren. Solo recuerda que la mayoría está dispuesto a apoyarte de la misma forma en que tú lo has hecho. Hablar de lo que sientes es vital para lidiar con pensamientos depresivos.

Mientras continúes negando o evitando el problema, te será imposible encontrar una solución real. Cuando los pensamientos depresivos no son combatidos, suelen crecer y empeorar.

El rincón de la mujer emprendedora

martes, 20 de junio de 2017

Hábitos de la gente irresistible

La gente irresistible es esa que, independientemente de cuestiones estéticas, como la belleza o el estilo, consigue encandilar a los demás. Este tipo geste es capaz de lograr grandes cosas debido a su actitud, carisma o incluso algo tan sencillo como su bondad. En una persona que resulta irresistible su sonrisa transmite confianza, compasión y alegría.


El doctor Travis Bradberry, autor de Inteligencia Emocional 2.0, ha investigado y estudiado la conexión emocional de las personas y ha reconocido que existen características básicas que hacen que algunas personas sean más amables y carismáticas que otras.

Bradberry explica que cuando las personas influyentes hablan, las conversaciones se extienden como ondas en un estanque. Y esas ondas son multidireccionales. Las personas influyentes inspiran a todos a su alrededor para explorar nuevas ideas y pensar de manera diferente acerca de su trabajo.

Qué hace la gente irresistible de manera diferente

Las personas que tienen un gran poder de influencia son conscientes de cómo tratan a los demás. Piensan que pocas cosas matan la simpatía tan rápido como la arrogancia. Las personas irresistibles no actúan como si fueran mejores que los demás. En realidad creen que tienen la capacidad de tener éxito, así como la capacidad de crear la vida que desean.

Pero, ¿cuál es el secreto para ser una persona irresistible? Hay cosas que la gente irresistible hace de manera diferente. Son las siguientes:

1 – Tratan a los demás con dignidad y respeto. Las personas irresistibles no intimidan a los demás, sino que son capaces de tratar a todo el mundo con el mismo respeto. Para estas personas no existen clases ni categorías sociales en este sentido.


2 – No critican ni chismorrean. Una persona carismática no tiene necesidad de utilizar chismes y críticas para motivar a otros, sino que les baste sacar lo mejor de sí mismos , y permitir a otros brillar, es decir, son generosos permitiendo que todos puedan mostrar su valor.

3 – Tratan a los otros como esperan ser tratados. Mucha gente cree que la gente influyente sigue la norma de tratar a los demás como uno desea ser tratado. Pero, tal y como explica el doctor Bradberry, esa regla es errónea porque asume que todo el mundo quiere ser tratado de la misma manera. En realidad, las personas tienen diferentes deseos y metas. La persona irresistible se amolda en cierta medida a las características particulares de la persona con la que trata.

4 – Tienes límites saludables. Las personas irresistibles no tratan de complacer a todos todo el tiempo, sino que son conscientes de que hay un tiempo y lugar para todo. Tienen formas saludables de ayudar y de dar a los demás sin descuidarse a sí mismos. Esa capacidad para poner límites es un gran ejemplo de amor hacia sí mismos y hacia los demás.

5 – Son auténticos e íntegros. Las personas irresistibles no pretenden ser alguien que no son y confían plenamente en sus cualidades. Conocen su valor y nunca permiten que otros dicten cómo deben verse a sí mismos. Saben lo que importa y eso es lo que transmiten a los demás. La integridad es una de las mejores características que enseñan otros.

6 – Sonríen siempre y a todos. Esta capacidad de sonreír siempre y a todos es los que hace más atractiva y poderosa a la gente irresistible. Con su energía generan la sonrisa y la risa en los demás. Estas personas saben que una sonrisa es más atractiva que cualquier otra cosa y que tiene la capacidad de romper la negatividad.


7 – Son compasivos y muestran empatía. La gente irresistible es empática con los demás y muestra compasión con los animales, la naturaleza y las personas. Pero para ellos no se trata solo de mostrar bondad a los que quieren, sino también de salir de la zona de confort en favor de la relación.

8 – Aman la vida y se unen a la gente. Este tipo de personas también sufren y se enfrentan a retos y desafíos, pero saben que la vida no tiene precio y es la única cosa que es real, que la tenemos para correr riesgos y ayudar a otros. Es más, aman a la gente y les encanta estar con otros.

Por eso aprecian cada momento y cuando se encuentran con alguien nuevo hacen que esa persona se sienta como si fuera lo más increíble en su día. Además, son grandes “conectores humanos”, siendo especialmente hábiles acercando a personas afines.

9 – Saben que hay que trabajar duro para salir adelante. La persona irresistible siempre puede llevar una sonrisa, pero sabe que nada viene sin trabajo duro, lucha y esfuerzo. Trabajan duro para tener éxito y muestran una sed innegable para el cumplimiento de sus deseos. Tienen éxito porque no se dan por vencidos.

10 – Escuchan. El doctor Bradberry dice que a las personas les gusta saber que se las está escuchando y algo tan simple como una pregunta de aclaración demuestra no solo que se está escuchando, sino que también se preocupan por lo que están diciendo. Es sorprendente el respeto y aprecio que se puede ganar simplemente haciendo buenas preguntas. La persona irresistible tiene esta capacidad para hacer sentir a otro entendido, reconocido y amado.

11 – Tienen una actitud positiva. A pesar de todos los desafíos a los que se enfrentan, estas personas siguen teniendo una actitud positiva. Ellos no se alimentan de la negatividad ni se entretienen en victimismos, sino que evitan las confrontaciones y siempre buscan una respuesta optimista para hacer frente a las adversidades.


Conviértete en una persona irresistible

Las personas irresistibles son individuos que han viajado por todo tipo de montañas rusas emocionales y que se han enfrentado a todo tipo de obstáculos de transición. En su viaje han aprendido ha ser humildes y que no están solos en este mundo.

¿Quieres ser tú también una persona irresistible? Mira con esa humildad a los que te rodean, sin sentirte mejor que los demás por haber superado retos y adversidades o por ser más inteligente o más “leído”. Solo así podrás conectar con los demás y descubrir el tesoro que guardan en su interior. ¿No es realmente hermosa esta sensación cuando sucede?.

El rincón de la mujer emprendedora

lunes, 19 de junio de 2017

¿Sabes qué fantasías producen bienestar y cuáles desdicha?

Cuando se habla de fantasías muchos creen que se está hablando acerca de un tema muy distante de la realidad cotidiana. Se supone que lo fantástico solo está asociado a hechos extraordinarios o fuera de lo común. Sin embargo, si algo hacemos en nuestro día a día es lidiar con fantasías.


Se puede decir que, básicamente, vivimos inmersos todo el tiempo en un conjunto de fantasías. Mucho de lo que hacemos o dejamos de hacer se sustenta solamente en razones imaginarias y no reales, en el sentido estricto del término. A la pregunta de por qué vivimos de esta forma y no de otra, seguramente muchos responderán con argumentos que tienen mucho más de fantasía cultural que de realidad vital.

“La mejor amiga y la peor enemiga del alma es la fantasía”.

Hay fantasías creativas. Son las que sí se apartan de lo común e introducen lo extraordinario. Sin embargo, también hay fantasías poco creativas. Son las que oímos decir a otros y repetimos como si fueran verdad. Son las que están más fuertemente arraigadas en una cultura y por eso se presentan como verdad, aunque no lo sean.

No tenemos, y no tendríamos por qué tener, una percepción objetiva de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Buena parte de lo que compone nuestras ideas está influenciado por las fantasías con las que fuimos educados y por las que nosotros mismos hemos construido. Lo bueno es que lo fantástico es también plástico: puede moldearse, transformarse, cambiar. No está sujeto a las leyes implacables de ninguna realidad.

Lo bueno es que lo fantástico es también plástico: puede moldearse, transformarse, cambiar. No está sujeto a las leyes implacables de ninguna realidad.

Las fantasías maravillosas

Algunas fantasías nos ayudan a alimentar las ganas de vivir y de evolucionar. Por ejemplo cuando tenemos la percepción de que merecemos mucho y que siempre va a llegar algo bueno a nuestras vidas. Se traducen como optimismo, perseverancia y resiliencia.

Lo paradójico es que, aunque esas fantasías no se basen en una prueba objetiva, logran convertirse en realidad. Nacen como convicciones sin evidencia, pero nutren tan positivamente a un sujeto que le permiten ser más justo consigo mismo y encontrar lo mejor de cada situación.

Toda gran hazaña humana ha comenzado como un sueño fantástico. No ocurre al contrario, como en la ciencia. No se encuentra la evidencia para hacer el planteamiento, sino que se hace el planteamiento primero y luego se le arrancan las evidencias a la realidad. Por eso se puede afirmar que así de lejos como sueñes, así de lejos vas a llegar.

Las fantasías terribles

En la mente humana también ocurre lo opuesto. Las personas somos capaces de crear verdaderas pesadillas, que en principio solo están en nuestra mente. Piensas que todo va a salir mal y, aunque salga bien, para ti saldrá mal. Crees que no lo mereces y aunque no haya ninguna prueba para afirmar eso, terminas por renunciar o sabotear las posibilidades de estar mejor.


Algunas de esas fantasías terribles llegan incluso más allá. En ocasiones se expresan como delirios que tienen diferente intensidad. Una culpa imaginaria es capaz de llevarte a crear una persecución imaginaria también. El miedo a caerte te induce a tropezar. Los celos locos siembran la semilla de la infidelidad en el otro.

Hay casos en los que la fantasía se torna invasiva y toma el control. Puedes llegar a estar seguro de que si duermes nunca vas a despertar. O creer que tu cuerpo es un saco de grasa y dejar de comer. Incluso es posible que imagines que tu valor es nulo, o tu vida un despropósito y, consciente o inconscientemente, te empeñes en morir.

El límite para la fantasía

Los humanos somos animalitos imaginativos. Estamos marcados por las fantasías desde que nacemos. Somos, primero que todo, una fantasía feliz, temida o inesperada de nuestros padres. El significado que ellos nos dan es lo que hace posible nuestra vida. Si no hubieran interpretado nuestra llegada al mundo, de una forma fantástica, no habríamos nacido. Ellos construyeron una idea, sin pruebas, de lo que sería nuestra vida en el planeta. Y dijeron “sí”.

Las fantasías están en la esencia de lo humano. De ellas venimos y hacia ellas vamos. Toda expectativa frente a la muerte tiene una dosis fantástica. Toda expectativa frente a la vida, también. La incertidumbre es lo único real. Lo demás, lo llenamos con creaciones de nuestra imaginación.


Sin embargo, el mundo de lo fantástico abarca una amplia gama de matices. Va desde lo completamente absurdo hasta lo razonable y lo probable. Para crear, para hacer arte, nos conviene darle rienda suelta a las fantasías. Para vivir, conviene mantenernos dentro los límites de lo posible. Y en todos los casos nos ayuda mucho entender que siempre podemos rediseñar nuestras fantasías para que sean una fuerza a favor y no en contra.

El rincón de la mujer emprendedora

viernes, 16 de junio de 2017

Cómo priorizar las cosas que son realmente importantes

Cada día es una nueva oportunidad para poder crecer internamente, para aprender y darnos la oportunidad de sentirnos mejor con nosotros mismos. Priorizar las cosas nos ayuda a darnos cuenta de lo que realmente importa en nuestra vidas.


La realidad es que no todos los días son iguales. Lo más probable es que algunos de ellos sean muy productivos: en ellos te sentirás muy activa, porque te sientes bien y con energía. Pero también tienes otros días en los que, cuando llega la noche, te sientes frustrada porque no has podido hacer todo lo que tenías en mente o porque te has sentido tan bloqueada, que no sabías cómo avanzar sin tropezar.

“Como siempre: Lo urgente no deja tiempo para lo más importante.”

Esto ocurre porque se realiza mal la tarea de establecer prioridades. Cuando priorizas lo que realmente te hace crecer, la sensación de que circulas por el buen camino vendrá sola. Para saber cuáles son las cosas que debes priorizar, deberás mirar en tu interior y descubrir aquello que realmente resulta importante para ti.

Quizá aún no tengas una gran meta, pero lo que está claro es que todas necesitamos priorizar las cosas que son realmente importantes para poder avanzar, para ser productivas en nuestra vida laboral, personal y para poder ser nosotras mismas todo el tiempo.

Fíjate en las cosas que te gustan hacer

Priorizar únicamente horas de trabajo o algo que realmente no te satisface, no es una buena idea porque a la larga tu salud física y emocional puede quedar gravemente dañada. Siempre deberás encontrar un momento para ti y para las actividades con las que disfrutas, aunque sean cosas tan simples como leer en tu butaca preferida o hacer 10 minutos de meditación al día… pero debes buscar tu tiempo.

“La vida no es una tecnología, ni una ciencia. La vida es un arte, has de sentirla. Es como el caminar por una cuerda floja.”

Hay personas que sienten el trabajo tan dentro que no saben encontrar el interruptor de apagado al finalizar el día, olvidándose de ellas mismas. Aunque tu trabajo te guste es necesario buscar actividades fuera de él que también te aporten alegría y que en ocasiones, incluso, las puedas priorizar por encima de tu jornada laboral.

Piensa en las cosas que realmente son importantes para ti

Estar sumergida en actividades que por sí mismas no te aportan ningún valor, encadenando una tras otra, puede hacer que se te olvide lo importante. Así, de manera paulatina estarás generando un desequilibrio que después te costará mucho remontar.

Cuando se ayuda a otras personas habitualmente nos sentimos mejor, pero no debemos olvidar que nosotros también necesitamos unos cuidados. Requerimientos, que aunque en un principio puedan quedar disimulados por el ajetreo del estrés, si no son atendidos terminarán por saturarte.

Haz una lista de las cosas que te gustan disfrutar

Normalmente cuando hacemos una lista con el objetivo de estructurar nuestras prioridades, solemos poner en primer lugar “trabajar” o hacer algo que sabemos que debemos aunque no nos guste. Este es un grave error, en las listas para aprender a priorizar lo primero que tenemos que pensar es en aquello que realmente disfrutamos.

“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.”

Puedes escribir una lista con las actividades que no has probado, con los lugares que quieres visitar, con cómo quieres pasar realmente tu tiempo cada día. Indudablemente todas las personas debemos trabajar en esta sociedad para poder sobrevivir, pero para que sea una prioridad, ese trabajo te deberá apasionar el realizarlo.

Para priorizar las cosas, debes priorizarte a ti

Tenemos la fortuna de poder elegir, y tu vida podrá ser cómo tú quieras que sea. Puedes elegir felicidad, y para encontrarla tendrás que sentir que fluyes con tu realidad. Es tan fácil como darte cuenta que cuando haces algo pierdes la noción del tiempo, porque te sientes tan bien y tan comprometida con tu actividad, que te unes a ella emocionalmente.

Lo que realmente importa para priorizar las cosas es tenerte en cuenta a ti misma y tendrás que pensar con sumo cuidado qué es lo realmente importante para ti. ¿Estás viviendo en consonancia con tus valores y tus objetivos desde el momento en que te despiertas hasta que te metes en la cama?

“Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.”

No caigas en el error de priorizar los problemas del pasado o las personas que te irritan, debes centrarte en cómo quieres que sea tu vida y conseguirlo. Si no tienes claro cómo quieres que sea tu vida volverás cada día del trabajo frustrada, fijándote en lo que otras personas hacen, y con el tiempo podrías lamentarte de no haber priorizado a tiempo.

El rincón de la mujer emprendedora

jueves, 15 de junio de 2017

5 lecciones que aprendí cuando me deshice de todo lo innecesario

Siempre me consideré una persona minimalista que apreciaba y valoraba lo poco que tenía, o al menos que lo intentaba. Pero mi armario lleno de ropa, así como la gran cantidad de libros que se amontonaban en mis estanterías e invadían otros muebles indicaban todo lo contrario. Poseía demasiados objetos decorativos, diseñados con otro propósito. Así fue como empecé a deshacerme de todo lo innecesario. Fue entonces cuando surgieron 5 lecciones que aprendí y que modificaron por completo mi vida.


1. Ahora sí uso lo que tengo

Una de las primeras lecciones que aprendí es que más objetos no implica más opciones. De hecho, tardé mucho en darme cuenta de que a pesar de toda la ropa que tenía en mi armario siempre terminaba poniéndome lo mismo. Algunas prendas las consideraba solo para momentos especiales, otras eran demasiado nuevas como para ponérmelas en mi día a día. Al final quedaban relegadas al fondo del armario, donde las únicas prendas útiles eran tres o cuatro contadas.

Libros que nunca vas a leer, objetos que solo ocupan espacio, después de deshacerte de lo innecesario tu vida dará un giro de 180 grados.

Así que lo que hice fue “hacer limpieza”. Me deshice de todo aquello a lo que no le daba uso y también empecé a utilizar lo que tanto me gustaba: dejé de imaginar cómo sería un estreno y me puse a estrenar. De hecho, hasta descubrí prendas que no sabía que tenía y que me encantaban. ¿Cómo podía haberlas dejado relegadas a un segundo lugar?

2. Me lo pienso dos veces antes de comprar algo

Sin duda alguna, el paso anterior fue esencial para llegar a esta otra lección. Cuando fui consciente de la ropa que tenía, pero de la que no me había dado cuenta, ya no tenía necesidad de comprar esas prendas que quería.

Lo mismo me ocurrió con objetos, libros y otros enseres. Sé que la publicidad intenta vender y nos hace creer que necesitamos algo que en realidad no es así. Un nuevo ordenador, un nuevo chocolate, la mejor de las plantillas para los pies… En fin, demasiados elementos que al final terminan sin ser utilizados o ingeridos.

En cuestión de alimentos, ¿qué probabilidad hay de que los tome antes de que caduquen? Esta es una pregunta que siempre me hago, sobre todo cuando paso por la parte de los lácteos. Comprar alimentos para que se estropeen no tiene sentido, así como comprar cosas para que tan solo ocupen espacio. ¡Este es muy valioso!

3. Menos cosas, menos tiempo

Lo mejor de tener menos es que las actividades de limpieza se reducirán de forma considerable. Personalmente, me llevaba un tiempo atroz limpiar todo el baño porque entre la ropa sucia, los productos para cabello y cuerpo, revistas, demasiadas toallas… Era un verdadero caos. Qué decir de la habitación, repleta de libros que jamás iba a leer. Al final terminaba pasando más tiempo trasladando los objetos de un lugar a otro que en limpiar.

“La simplicidad es la máxima satisfacción”

Por eso, al tener solo lo justo y necesario, lo que realmente voy a usar, puedo aprovechar mejor mi tiempo y eso siempre es algo que se tiene que agradecer. El tiempo es muy valioso y cuanto menos lo perdamos invirtiéndolo en acciones innecesarias mucho mejor. Así que menos cosas me permitían limpiar y ordenarlo todo mucho más rápido.

4. Empecé a centrarme en el presente

Una de las penúltimas lecciones que aprendí fue que todo ese desorden que me rodeaba estaba muy relacionado con mi pasado y mi presente. Había elementos de los que no me quería deshacer porque me recordaban a un momento en especial o eran un regalo. Sin embargo, no les iba a dar uso, ya sea porque no me gustaban o porque estaban estropeados e inutilizados.

Otros, como ya mencioné al principio, se acumulaban por el miedo a poder necesitarlas en un futuro. Hasta que fui consciente de que si en algún momento quería algo podría comprarlo, sin necesidad de guardarlo hasta ese momento. Porque, tal vez, quizás ese momento jamás surgiría y, entonces, la acción no tendría sentido alguno.

Por eso, empecé a centrarme más en el presente, valorando lo que tenía, desechando lo que sobraba, liberándome de esos “y si…”, olvidándome de esos “es que me recuerda a…”. El coleccionismo con una justificación previsora se terminó. 

5. Yo no soy mis cosas

Esta es una de las últimas lecciones que aprendí y que me resultaron verdaderamente útiles. Muchas veces pensamos que somos lo que poseemos, quizás porque lo dotamos de un gran valor. Pero, al final son todo objetos, así que me hice una pregunta, ¿qué ocurriría si se me quemase el coche, por ejemplo? Me sentiría mal, sí, pero se puede reemplazar.

Recuerdo una noticia en un pueblo de Alicante, hace unos meses, que relataba como un hombre había muerto por intentar evitar que una gran riada arrastrase su coche. ¿La consecuencia? Murió ahogado. ¿De verdad vale la pena dar la vida por lo material?

“Tira, recoge y organiza, nada te toma más energía que un espacio desordenado y lleno de cosas del pasado que ya no necesitas”

Deshacerme de lo que sobraba en mi vida me abrió los ojos ante nuevas perspectivas. Las lecciones que aprendí me enseñaron que puedo querer lo que tengo, darle valor, pero jamás convertirme en una esclava de estos objetos ni permitir que ellos sean los que definan mi vida. Porque lo material no da la felicidad y, aunque sí aprecie algunos objetos. Así, ¿cuánto dinero he perdido en aquellos que nunca tendrán una verdadera utilidad? ¿Cuánto nuevo no ha entrado a mi vida por no tener espacio para ello?

El rincón de la mujer emprendedora.

miércoles, 14 de junio de 2017

Del Hygge a Lagom: el curioso mundo de las utopías nórdicas

Desde el 2015 hasta la actualidad hay una palabra que nos cruzamos en cualquier librería: Hygge. El milagro danés para ser felices ha tenido un éxito rotundo y arrollador al menos a nivel editorial. Se nos invita a alcanzar ese bienestar pleno y auténtico a través de la sencillez más pura, más elemental y que persigue descargar de conflictos la convivencia con las personas que amamos.


Bien, por curioso que nos parezca a día de hoy el término Hygge empieza a diluirse para dar paso a vientos nuevos, enfoques en sí mismos complementarios y recogidos a través de una nueva palabra: Lagom. Los escandinavos nos traen una vez más otra tendencia que como siempre, viene decorada con agradables fotografías que resumen un concepto que busca difundirse al segundo entre los instagramers. “Lagom” se ha retuiteado miles de veces en este último mes y Vogue, Elle o incluso la empresa Ikea se está encargando de popularizarla.

Lagom se puede traducir como “en la justa medida”. Se nos insta, por ejemplo a rodearnos de lo básico y esencial, a comprar solo lo necesario, a cuidar del medio ambiente, a decorar la casa con lo más elemental, a comer lo justo y necesario, sin excesos. Por último, nos recuerda también la necesidad de que el trabajo no se apodere nunca de nuestra vida. Tal y como podemos ver, una vez más se repite la idea de que “menos es más” y de que la felicidad, está cómo no, en la sencillez.

Ahora bien, a pesar de que todos estos mensajes son en sí mismos positivos y reconfortantes, no podemos dejar a un lado todo el marketing que hay tras estas tendencias. La fiebre nórdica, con sus excelentes novelas policíacas, con su estilo de vida o su sociedad del bienestar tan puntera nos sigue atrayendo, no hay duda.

Sin embargo, lo que existe también es algo de amarga utopía. Esto mismo es lo que nos explica un ensayo tan premiado como polémico titulado “Gente casi perfecta” del británico Michael Booth, donde intenta ofrecer una visión realista de la aparente felicidad nórdica, algo que en cierto modo, ya podíamos intuir en los libros de Henning Mankell.

Uno de los aspectos que más nos llama la atención es el hecho de que los países nórdicos, aparentemente de los más felices del mundo, encabecen la tasa más elevada de suicidios. Hay algo que al parecer, esta fallando…

Crea tu propia receta para ser feliz

Todos estos libros sobre cómo aprender a ser felices siempre son interesantes y recomendables. Nos ofrecen nuevas perspectivas, nos hacen darnos cuenta de cosas que tal vez, no percibíamos, nos invitan a reflexionar y a hacer sin duda algún que otro cambio. No obstante, debemos tener claro que no son manuales de instrucciones ni biblias, que no a todo el mundo le funcionan sencillamente, porque en ocasiones, vivimos realidades muy distintas.

La felicidad no depende de condiciones externas, esta gobernada por nuestra actitud mental.

Que nos digan que el trabajo no debe apoderarse de nuestra vida no tiene sentido cuando, por ejemplo, carecemos de un empleo. Tampoco podemos “vivir con lo mínimo” cuando lo que ya tenemos es básico. Con todo ello queremos dejar en evidencia un dato: la felicidad se construye a nuestra medida, debe calzar nuestra talla y armonizar con nuestras realidades particulares.

Algo así requiere esfuerzos voluntad y entender que ser feliz puede ser muy fácil, no hay duda, pero lo complicado es tener claras nuestras prioridades, las cuales, pueden ser completamente opuestas a las de los demás… Y algo así requiere valentía, no una foto de Instagram donde una mujer lee un libro con calcetines de lana, gafas de pasta y un café al lado.

A veces, para ser feliz hay que dejarlo todo y reiniciarse, empezar de cero. Otras veces, requiere tener que hacer un laborioso trabajo interior, ahí donde sanar heridas, resolver frustraciones y hallar nuevas motivaciones. Seamos capaces de hacer fácil lo difícil, pero también de crear nuestra propia receta para ser feliz.

El rincón de la mujer emprendedora

martes, 13 de junio de 2017

Es tan simple ser feliz y tan difícil ser simple…

A veces nos conformamos con aquello que no nos hace feliz: por costumbre, por indecisión, por miedo. El corazón se oxida y la mente queda cautiva de las alambradas de la zona de confort. Se nos olvida, quizá, que ser feliz puede ser muy fácil, lo complicado es saber dilucidar qué es lo importante, lo más nutritivo y mágico para nosotros y entonces luchar por ello.



Tal y como suele decir esa expresión popular:“es tan sencillo ser feliz pero tan difícil ser sencillo…” Pocas frases pueden encerrar una verdad tan evidente. Para entenderlo, pensemos en algo durante un momento. A la mayoría nos han educado en la idea de que debemos conseguir determinadas cosas para definirnos, para alcanzar un estatus, para poder tener unas cualidades y unas habilidades adecuadas para un fin.

“La felicidad no reside en las posesiones, ni en el oro, la felicidad habita en el alma”

Estudiamos y obtenemos títulos para tener un trabajo. Tenemos un trabajo para alcanzar un supuesto bienestar y conseguimos una serie de recursos, materiales, bienes y establecemos una serie de relaciones sociales y afectivas que, supuestamente deberían colmarnos de felicidad. Sin embargo, esta fórmula no siempre es correcta, los factores no armonizan con el producto.

¿Es quizá la felicidad un fraude? En absoluto. El engaño auténtico es el modo en que nos han hecho creer que podemos alcanzarla. Porque quien se empeñe en buscar ese estado de gracia fracasará una y otra vez. La búsqueda de la felicidad nunca termina bien por una razón muy sencilla: es un estado del ser. No se busca, se crea, no se encuentra, se trabaja. Y aún más, hay algo que no podemos descuidar: no a todo el mundo le sirven las mismas estrategias. Cada uno de nosotros debemos llevar a cabo esa labor a nuestra manera.

El rincón de la mujer emprendedora

lunes, 12 de junio de 2017

Me declaro responsable y protagonista de mi propia vida

Me declaro protagonista de mi propia vida, no de la que me imponen los demás. Me declaro responsable de lo que hago y lo que digo, no de lo que entiendan otros. Me defino por mis valores, me amo entera, sin fisuras, con cada rincón imperfecto, con cada locura disfrutada, con cada error cometido y cada sombra que abrazar de vez en cuando para sanar mis cicatrices…


La auto-aceptación es esa tarea compleja y laberíntica que muchos apuntamos con tinta invisible en nuestra lista de tareas pendientes, como quien escribe sus buenos propósitos al empezar el año. Así, y casi sin darnos cuenta, llega un día en que al mirarnos al espejo sentimos un súbito e inexplicable pinchazo. ¿De verdad somos esa persona que refleja el cristal? ¿Cómo pueden los espejos mostrarnos una imagen tan nítida, impoluta y perfecta de nosotros mismos cuando nos sentimos tan “rotos”?

“El precio de la grandeza es la responsabilidad”

Algo particularmente curioso que suele darse en las personas que no han trabajado su auto-aceptación o la integración de todas esas dimensiones personales y afectivas que lo definen a uno, es que suelen responsabilizar a los demás de su infelicidad, de su malestar. Lo hacen de forma automática sumidos muchas veces en una actitud tristemente derrotista.

Por ejemplo: si no encuentro una buena pareja es porque a día de hoy nadie cree en el compromiso. Si suspendo el examen es porque no le gusto al profesor. Si no tengo buenos amigos es porque todas las personas son falsas y desagradecidas. Si me he equivocado en esto es porque alguien me orientó mal. Si soy inseguro se debe a cosa de familia, porque en casa todos somos iguales…

Este tipo de actitud es como la de quien enciende un ventilador y empieza a difundir el origen de sus frustraciones a todos los que están a su alrededor. Por tanto, pocos ejercicios pueden ser más saludables, catárticos y terapéuticos como dar el paso, como declararnos protagonistas de nuestras vida, responsables de lo que somos y lo que hacemos.

Asumir la responsabilidad personal para alcanzar la felicidad

Declararse a uno mismo responsable exclusivo de lo que se es, lo que se hace y lo que se piensa marca sin duda un antes y un después. La responsabilidad personal significa por encima de todo, no culpar a otros de la propia infelicidad. Significa también poder descubrir distintas formas con las que alcanzar el equilibrio y el propio bienestar a pesar las dinámicas negativas que nos envuelvan.

Llegados a este punto, es muy probable que más de uno se pregunte aquello de ¿Quiere esto decir que se puede ser feliz sin importar las circunstancias que nos rodeen? ¿Qué pasa si ahora mismo estoy atravesando una enfermedad? ¿Qué pasa si mi relación afectiva es tormentosa e inestable?

Bien, la respuesta a estas preguntas es en sí misma sencilla: ser responsable de uno mismo es entender que hay cosas que, efectivamente, escapan a nuestro control, como es el caso de una determinada dolencia física. En este caso, además de saber aceptarlo, lo que marca la diferencia es nuestra ACTITUD. 

Por otro lado, la persona responsable y que se percibe a sí misma como protagonista de su propia vida y no como un actor de reparto en el teatro de su existencia, entiende que para ser feliz hay que tomar decisiones. Por tanto, todo aquello que enturbie, todo lo que apague autoestimas, cercene identidades o nos regale un sucedáneo de amor, es mejor dejarlo y recordar ese compromiso firmado en algún valiente momento con nosotros mismos, aquel que nos recordaba eso de “has venido a este mundo para ser feliz, no pierdas el tiempo en lo que quita la alegría”.

El rincón de la mujer emprendedora

viernes, 9 de junio de 2017

miércoles, 7 de junio de 2017

viernes, 2 de junio de 2017

Cinco tips para diferenciar tu marca

Todo emprendedor al empezar con un negocio debe saber que diferenciar su marca de la competencia es un punto a favor de su empresa, ya que cada una tiene puntos importantes en los cual destacarse.



Crear una diferencia en tu marca te enseñará a crear una alta competencia en tu empresa, por ese motivo es fundamental atraer al público de manera veraz y transparente. Es así que, a través de este post te damos cinco tips para que puedas aprender a diferenciar tu marca.

1.- Campañas publicitarias: si tienes un buen mensaje publicitario, tendrás parte de tu proyecto resuelto. Para realizar una campaña de este tipo necesitas tener un proceso previo de elaboración y estudio.

2.- Constante renovación: si quieres que tu marca sobreviva a través del tiempo tiene que estar en constante renovación, ajustando su imagen y tener pequeños cambios que vayan en torno con el contexto que se esté viviendo en ese momento. Por ejemplo, una empresa que fracasó por no saber adecuarse al medio actual fue Kodak, quien se declaró en banca en el año 2012.

3.- Ofertas: las ofertas y promociones son una estrategia que emplean todas las compañías para generar ingresos. Sin embargo, también son usadas como método de captación y fidelización de clientela.

4.- Muestras gratuitas: esta es una estrategia muy usada a la hora de lanzar nuevos productos o de recordar al público cual es el lugar de la compañía en el mercado.

5.- Redes sociales: nunca te alejes de las tendencias y las nuevas formas de comunicación. Actualmente se trata de una de las oportunidades de negocio más importantes de los últimos años. Sin embargo, tener perfiles en Twitter y Facebook no es sinónimo de éxito asegurado, pues tiene que tener una estrategia que la respalde y un community manager capacitado para realizar el trabajo, ya que las redes sociales son una vitrina hacia nuevos clientes.

El rincón de la mujer emprendedora