lunes, 4 de junio de 2018

¿Una separación asumida?

"He decidido separarme”

Aquí tienes una guía para saber qué hacer frente a los obstáculos que se te presenten en el camino cuando la decisión ya está tomada


Un día, te sientes  amada, comprendida, reconfortada, correspondida, y de pronto, sientes que no da para más, que estás aburrida, que no eres feliz. Le das vueltas y vueltas, te vuelves inconformista, poco tolerante, pero la certeza es contundente: te quieres separar. Internamente, la decisión está tomada, ahora hay que llevarla a la práctica.
Está comprobado que somos totalmente incapaces de predecir qué nos va a hacer felices, así que no te tortures y confía en lo que sientes. Si lo estás maquinando desde hace tiempo y no sabes cómo seguir, te damos algunas pistas para abordar todo eso que te hace dudar y te impide actuar.

Lo material
Nunca antes te habías puesto a pensar qué cosas eran tuyas, cuáles de él y cuáles de los dos. Pero el día de la división de bienes llega, y es uno de los puntos que vas a tener que empezar a considerar. La casa, el automóvil, todo eso que son los "bienes en común" a la hora de la división, si no se actúa correctamente, se vuelven los "males en común".
Qué hacer: prioriza tu salud mental, tu tranquilidad. Obsesionarte con lo material es una forma de aferrarte desmedidamente al otro, disimular la incapacidad de hacer el corte definitivo. Llega un momento en el que tienes  que resignarte al cambio y soltarte. Que la casa, el coche, los muebles, no sean la excusa para seguir enganchada en esas idas y venidas superficiales. Por más que la disolución de la pareja no se haya dado en buenos términos o que hayan llegado a esa decisión por motivos desagradables, hay que levantar la cabeza y seguir caminando. Quedarte lidiando por la mitad de lo que hasta hoy compartíais no vale lo que vale tu felicidad.

Los hijos
Ellos no deberían estar en juego a la hora de las negociaciones crudas. Los hijos son de los dos y, a la vez, de ninguno, ¡tienen vida propia, intereses y voluntad! No pueden ser el puente ni la carnada para llegar al otro. Es trillado, archirepetido, pero hay que grabarlo a fuego: actuar con buenas intenciones y dejarlos fuera de las luchas de los adultos.
Qué hacer: lo mejor es empezar a trabajar este tema ya mismo, de lo contrario, te vas a retorcer envenenada. Si desatas una batalla campal entre él y tú, o entre su familia y tú, los que más se van a ver perjudicados serán los hijos. Para ellos no es fácil poner en palabras lo que les pasa. Lo que sienten y piensan va creando nudos de dolor que es mejor ayudarlos a deshacer. Házlo fácil, no te obsesiones y juégatela. Así, vas a ayudar a tus hijos a que no vivan este momento como una catástrofe, sino como algo que puede pasar y que, cuando sucede, se afronta adultamente. En este caso, es bueno pedir ayuda, hacer alguna consulta terapéutica.

El estatus social
Para algunas mujeres, la separación significa volver al mundo del trabajo más intensamente o comenzar a ejercer una profesión hasta ese momento abandonada. Una nueva vida, entonces, en todo sentido: volver a "ser soltera", irse a vivir sola (si no hay hijos), alquilar algo más pequeño (si se tiene menos dinero) o hasta volver a la casa de los padres mientras se termina de dar el salto completo.
Qué hacer: tu actitud tiene que ser proactiva. No dejes de hacer cosas por tí, es el momento de reforzar la autoestima y aprender a conocerte en esta nueva etapa. La separación es un desafío importante, y cuando el cambio se realiza con decisión, siempre es positivo. Si no lo crees así, pregunta a tu alrededor. La amplia mayoría de las mujeres que se han separado por decisión propia afirman que el cambio las ha favorecido ciento por ciento, aun en los casos en que se perdieron comodidades económicas.

La culpa
La culpa es una cuchillada autoprovocada, y las mujeres solemos saber muy bien los métodos para aplicarnos la puñalada y después quedar como paralizadas, sin poder actuar, sin poder decidir.
Qué hacer: el primer paso es no caer en esa tendencia natural a encasillar las cosas: "El es la víctima, ¡oh!, y yo la mala". Ni ahí, deja de subestimarte. Ni él es el pobrecito ni tú eres una asesina de corazones. Escapa de esos pensamientos, porque así no vas a ningún lado. Estás decidiendo algo por amor a ti y por respeto a él. Tus hijos tampoco son víctimas de la situación, ya te lo deben haber dicho, pero no hay nada mejor que crecer cerca de personas que nos enseñan que hay que irse de los lugares que no nos hacen felices. Qué mejor ejemplo para ellos que decir "esto no lo quiero" y ver que sus padres pasan a respetarse más que nunca. Cuando una está bien, les da lo mejor a sus hijos, y ése es el mejor ejemplo de vida.

Sentimiento de fracaso
Es importante hacer conscientemente lo que se piensa sobre la separación. Qué estás pensando de la relación, con la decisión y cómo la estás viviendo.
Qué hacer: ponle palabras, escríbelo, cuéntaselo a tus amigas. Sácalo de dentro como sea, y vas a ver que no es tan grave y que ni siquiera es un fracaso. No te tortures más, las cosas a veces salen y otras no. Lo peor es arrepentirse por lo que no se hizo. Deshazte de todos tus fantasmas y, como si fuese un ejercicio mental, cada vez que aparece el miedo, el remordimiento, recuerda que no le estás haciendo mal a nadie y que no es el fin del mundo, que todo pasa y se gana en experiencia. Y ten presente esto: es un cambio, no una derrota.

El miedo
Lo primero que suele aparecer ante la toma de una decisión así es el miedo: miedo a no ser capaz de afrontar el cambio o, incluso, miedo a arrepentirte. Es el peor de los enemigos y se disfraza siempre de esa preguntita letal que te repetís cada noche: "¿Voy a poder?".

Qué hacer: hay una frase escrita en todos los libros de frases:

"No es valiente el que no siente miedo sino el que lo puede afrontar".

El miedo no puede paralizarte, ¡no lo tienes que dejar! Si la idea de separarte da vueltas por tu cabeza desde hace tiempo y lo que te detiene es el miedo, entonces hazte cargo de eso y trabájalo, en terapia, en yoga, con tus amigas, como sea, pero échalo fuera, así podrás verlo bien. Vas a ver que es espeso, sí, pero hecho de fantasías tuyas, miles de fantasías y fantasmas con los que cargas desde hace tiempo. Es momento de que te ocupes de lo que no te deja crecer, la otra opción es conformarse: y a la conformidad sí hay que tenerle miedo.

Anónima

El rincón de la mujer emprendedora

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