Hoy me reconozco mujer, capaz de amar. Sé que puedo dar, sin pedir, pero también sé que no tengo que hacer nada, ni dar nada que no me haga sentir bien.
Por fin encontré, hasta ahora, al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.
Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades, y de equivocarme; de no responder a las expectativas de los demás y hasta hacer algunas cosas indebidas: y a pesar de ello, sentirme bien.
Y por si fuera poco, saberme querida por muchas personas que me respetan y me quieren por lo que soy.
El rincón de la mujer emprendedora
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