"He decidido separarme”
Aquí tienes una guía para
saber qué hacer frente a los obstáculos que se te presenten en el camino cuando
la decisión ya está tomada
Está comprobado que somos
totalmente incapaces de predecir qué nos va a hacer felices, así que no te
tortures y confía en lo que sientes. Si lo estás maquinando desde hace tiempo y
no sabes cómo seguir, te damos algunas pistas para abordar todo eso que te hace
dudar y te impide actuar.
Lo material
Nunca antes te habías puesto
a pensar qué cosas eran tuyas, cuáles de él y cuáles de los dos. Pero el día de
la división de bienes llega, y es uno de los puntos que vas a tener que empezar
a considerar. La casa, el automóvil, todo eso que son los "bienes en
común" a la hora de la división, si no se actúa correctamente, se vuelven
los "males en común".
Qué hacer: prioriza tu
salud mental, tu tranquilidad. Obsesionarte con lo material es una forma de
aferrarte desmedidamente al otro, disimular la incapacidad de hacer el corte
definitivo. Llega un momento en el que tienes que resignarte al cambio y soltarte. Que la
casa, el coche, los muebles, no sean la excusa para seguir enganchada en esas
idas y venidas superficiales. Por más que la disolución de la pareja no se haya
dado en buenos términos o que hayan llegado a esa decisión por motivos
desagradables, hay que levantar la cabeza y seguir caminando. Quedarte lidiando
por la mitad de lo que hasta hoy compartíais no vale lo que vale tu felicidad.
Los hijos
Ellos no deberían estar en
juego a la hora de las negociaciones crudas. Los hijos son de los dos y, a la
vez, de ninguno, ¡tienen vida propia, intereses y voluntad! No pueden ser el
puente ni la carnada para llegar al otro. Es trillado, archirepetido, pero hay
que grabarlo a fuego: actuar con buenas intenciones y dejarlos fuera de las luchas
de los adultos.
Qué hacer: lo mejor es
empezar a trabajar este tema ya mismo, de lo contrario, te vas a retorcer
envenenada. Si desatas una batalla campal entre él y tú, o entre su familia y tú,
los que más se van a ver perjudicados serán los hijos. Para ellos no es fácil
poner en palabras lo que les pasa. Lo que sienten y piensan va creando nudos de
dolor que es mejor ayudarlos a deshacer. Házlo fácil, no te obsesiones y juégatela.
Así, vas a ayudar a tus hijos a que no vivan este momento como una catástrofe,
sino como algo que puede pasar y que, cuando sucede, se afronta adultamente. En
este caso, es bueno pedir ayuda, hacer alguna consulta terapéutica.
El estatus social
Para algunas mujeres, la
separación significa volver al mundo del trabajo más intensamente o comenzar a
ejercer una profesión hasta ese momento abandonada. Una nueva vida, entonces,
en todo sentido: volver a "ser soltera", irse a vivir sola (si no hay
hijos), alquilar algo más pequeño (si se tiene menos dinero) o hasta volver a
la casa de los padres mientras se termina de dar el salto completo.
Qué hacer: tu actitud
tiene que ser proactiva. No dejes de hacer cosas por tí, es el momento de
reforzar la autoestima y aprender a conocerte en esta nueva etapa. La
separación es un desafío importante, y cuando el cambio se realiza con
decisión, siempre es positivo. Si no lo crees así, pregunta a tu alrededor. La
amplia mayoría de las mujeres que se han separado por decisión propia afirman
que el cambio las ha favorecido ciento por ciento, aun en los casos en que se
perdieron comodidades económicas.
La culpa
La culpa es una cuchillada
autoprovocada, y las mujeres solemos saber muy bien los métodos para aplicarnos
la puñalada y después quedar como paralizadas, sin poder actuar, sin poder
decidir.
Qué hacer: el primer
paso es no caer en esa tendencia natural a encasillar las cosas: "El es la
víctima, ¡oh!, y yo la mala". Ni ahí, deja de subestimarte. Ni él es el
pobrecito ni tú eres una asesina de corazones. Escapa de esos pensamientos,
porque así no vas a ningún lado. Estás decidiendo algo por amor a ti y por respeto
a él. Tus hijos tampoco son víctimas de la situación, ya te lo deben haber
dicho, pero no hay nada mejor que crecer cerca de personas que nos enseñan que
hay que irse de los lugares que no nos hacen felices. Qué mejor ejemplo para
ellos que decir "esto no lo quiero" y ver que sus padres pasan a
respetarse más que nunca. Cuando una está bien, les da lo mejor a sus hijos, y
ése es el mejor ejemplo de vida.
Sentimiento de fracaso
Es importante hacer
conscientemente lo que se piensa sobre la separación. Qué estás pensando de la relación,
con la decisión y cómo la estás viviendo.
Qué hacer: ponle palabras,
escríbelo, cuéntaselo a tus amigas. Sácalo de dentro como sea, y vas a ver que
no es tan grave y que ni siquiera es un fracaso. No te tortures más, las cosas
a veces salen y otras no. Lo peor es arrepentirse por lo que no se hizo. Deshazte
de todos tus fantasmas y, como si fuese un ejercicio mental, cada vez que
aparece el miedo, el remordimiento, recuerda que no le estás haciendo mal a
nadie y que no es el fin del mundo, que todo pasa y se gana en experiencia. Y
ten presente esto: es un cambio, no una derrota.
El miedo
Lo primero que suele
aparecer ante la toma de una decisión así es el miedo: miedo a no ser capaz de
afrontar el cambio o, incluso, miedo a arrepentirte. Es el peor de los enemigos
y se disfraza siempre de esa preguntita letal que te repetís cada noche:
"¿Voy a poder?".
Qué hacer: hay una
frase escrita en todos los libros de frases:
"No es valiente el que no siente miedo sino el que lo puede afrontar".
El miedo no puede paralizarte, ¡no lo tienes que dejar! Si la idea de separarte da vueltas por tu cabeza desde hace tiempo y lo que te detiene es el miedo, entonces hazte cargo de eso y trabájalo, en terapia, en yoga, con tus amigas, como sea, pero échalo fuera, así podrás verlo bien. Vas a ver que es espeso, sí, pero hecho de fantasías tuyas, miles de fantasías y fantasmas con los que cargas desde hace tiempo. Es momento de que te ocupes de lo que no te deja crecer, la otra opción es conformarse: y a la conformidad sí hay que tenerle miedo.
Anónima
El rincón de la mujer emprendedora