No solo es tiempo vacacional de sol y piel bronceada, de larga siesta y chiringuito de playa.¡Que también!.
El verano da para mucho, aunque se nos hagan tan cortos esos días que se nos escurren como agua entre los dedos, que sin darnos cuenta nos anochecen tan rápido, convirtiéndonos en seres noctámbulos con intención de alargar si cabe un poquito más el ocio, el recreo y el bienestar; esa vida fácil, plácida y relajada de la que somos merecedores después de gloriosas e interminables jornadas laborales.
Tenemos un tiempo que es más valioso que el oro,disponemos de esa calma para realizar las actividades de la que no podemos disfrutar durante los 11 meses restantes y la ilusión de descubrir, experimentar, conocer, visitar, caminar, nadar, jugar, viajar y hartarnos de descanso que tantas veces se convierte en pura utopía, por la simple razón de ser incompatible con tanta actividad desarrollada.
Al final, por lo general regresamos más cansados de lo que salimos, pero siempre nos merece la pena esa experiencia; pues cuantos recuerdos y anécdotas nos llevaremos de vuelta a nuestro lugar de procedencia, para compartir con amigos, vecinos y compañeros, con la sana intención de perdernos en las mieles del recuerdo y la desazón del acabose.
También el verano es tiempo de cosecha. Tiempo de siega de lo sembrado durante el año, después de incertidumbre y desasosegadas miradas al cielo por si graniza, llueve, sopla el cierzo o hiela.
Los que veraneáis en pueblo y campo veréis el trajín de tractores y cosechadoras por las tierras de labor.
Como metáfora, los estudiantes son ya poseedores de sus calificaciones, habiendo a estas alturas recogido el fruto verde o maduro del esfuerzo invertido en el aprendizaje, tras arduas jornadas hincando codos en los libros de texto, como arado y vertedera el labrador en la tierra.
Todo tiene en común: el esfuerzo, la esperanza y el deseo del resultado incierto y el premio de lo merecido.
Pero hay otro aspecto en el que parece no recapacitemos lo suficiente a la hora de plantear y programar nuestro verano, pues pensamos que carece de importancia en nuestro ejercicio del libre albedrío.
Cada uno la conocerá con diferentes formas lingüísticas, yo personalmente la denomino: "parón reflexivo".
El estival es uno de los periodos, donde merece la pena dar un pisotón al freno de nuestra vida y recapacitar que es lo que estamos haciendo con ella, y que es lo que esperamos recibir de la misma. El momento, en que gracias a disponer de tiempos y silencios sosegados, o al menos posibilidad de buscarlos, podemos y debemos encontrarnos de nuevo a nosotros mismos, echarnos un vistazo en el espejo del alma y valorar los logros que hemos conseguido con nuestro desvelo anual.
Esos sufrimientos y esas luchas internas que cual crisol nos convierten en mejores personas, tienden a sobresalir cuando estamos expandidos al mundo exterior y nos ofrecemos en plenitud y esponjados; dispuestos a reír una broma,a disculpar un error y perdonar cualquier inconveniencia del semejante.Nos mostramos tolerantes y comunicativos y valoramos más positivamente todo lo que nos rodea.
Ante una puesta de sol es imposible no meditar ni pararnos a pensar en lo efímero de lo que somos.
Frente la inmensidad del mar y su sonoro oleaje ¿Quién no se imbuye del espíritu de lo inabarcable y desconocido?¿Quién ante la contemplación del firmamento estrellado no se pierde en preguntas sobre lo divino y lo humano?
A mi particularmente me impresionan las tormentas y me siento a contemplarlas,si puede ser bajo techo, aunque no me importa llegado el caso, empaparme con su agua y sobrecogerme con la pirotecnia de sus relámpagos y sus truenos.
La musicalidad del bosque es otro de esos momentos estelares, escuchando trinos, y ramajes arbóreos mecidos por el aire o intrépidas corrientes de ríos de montaña acariciando las piedras mientras murmulla cánones.
Todavía es posible encontrar silencios inimaginables que no vacíos dentro de nosotros mismos, donde poder
comunicarnos con la esencia de lo que somos, pues somos más de lo que creemos ser. Valorarnos como seres trascendentales y querernos como nadie lo puede hacer salvo nosotros, para después ofrecernos en nuestro ámbito familiar,laboral,vecinal y de amistad con energía renovada y carga positiva sabiendo donarnos en sonrisas y muestras de afecto, en amabilidad y colaboración altruista.
Este verano hagamos ejercicio no solo físico y mental, mantengamos una dieta sana rica en buenas vibraciones, nosotros notaremos el cambio y nuestro entorno nos lo agradecerá.Regresaremos no solo morenos sino felices.
Nos leemos de nuevo en Septiembre.
El rincón de la mujer emprendedora