lunes, 29 de febrero de 2016

Para ser feliz tomo decisiones

Estamos constantemente tomando decisiones, ya sea de manera consciente o inconsciente. Vamos dirigiendo nuestro rumbo con las elecciones que hacemos, desde asuntos más banales, como la película que queremos ver en ese momento, hasta cuestiones más relevantes como nuestras creencias, trabajo, estudios, pareja, etc. Pero, ¿hasta qué punto somos conscientes de todas estas decisiones que estamos haciendo?

Tomamos tantas decisiones al cabo del día que las tenemos ya automatizadas, no somos conscientes de la mayoría de ellas. Esto sucede porque nuestro cerebro busca ahorrar energía y a la hora de tomar decisiones cotidianas o intrascendentes se activa de una forma intuitiva y rápida.
Analizar esta teoría, la de cómo funciona nuestra mente en la toma de decisiones, llevó al psicólogo Daniel Kahneman a ganar un premio Nobel de economía en el 2002, haciendo un estudio sobre el comportamiento racional e intuitivo de las personas.
Kahneman demostró que nuestro cerebro tiene dos vías con las cuales tomamos las decisiones. Una vía más rápida: intuitiva y emocional (la que más solemos utilizar) y otra vía que es más lenta: supone esfuerzo y es racional. De una forma u otra somos responsables de nuestras decisiones y es algo que no podemos obviar 
“Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto ya es una elección.”

Cómo estamos condicionados por nuestras decisiones

El resultado de las decisiones que tenemos automatizadas tienen una estrecha relación con nuestro aprendizaje, nuestras experiencias, la educación que hemos recibido, las creencias que tenemos y los errores cometidos. Y es que estamos influenciados por infinidad de factores que determinan nuestra conducta.
¿Crees que eliges libremente lo mejor para ti en este momento? La mayoría de elecciones que hacemos, están basadas en nuestra experiencia y los aprendizajes que hemos adquirido. Cuando nos dejamos llevar de forma rápida e intuitiva, no estamos atendiendo realmente a lo que es mejor para nosotros en el momento presente.
En el momento presente somos el producto de las decisiones que hemos ido tomando. Emitiendo unas conductas en vez de otras, hemos obtenido una serie de vivencias y hábitos que determinan lo que somos en este preciso instante, aquí y ahora. No podemos rechazar la responsabilidad que esto conlleva.
“Las grandes decisiones de la vida humana tienen como regla general mucho más que ver con los instintos y otros misteriosos factores inconscientes que con la voluntad consciente y bien el sentido de razonabilidad.”

Todo lo que decidas tiene consecuencias

Una buena parte de lo que supone la responsabilidad, es tener en cuenta y hacernos conscientes de que toda decisión que tomemos, y que no tomemos, tiene consecuencias. Y de nada sirve quedarse indiferente ante ellas, ya que de una forma u otra nos afectan e influyen. Nosotros elegimos si ser los protagonistas de lo que vivenciamos o simples espectadores.
Ser consciente de las repercusiones y consecuencias de nuestras decisiones, supone tomar las riendas de nuestra existencia. En el momento en el que optamos por evitar una decisión, ya la estamos tomando. Estamos siendo indiferentes, quedando a merced de las circunstancias, sin que tomemos ningún tipo de medida, dejando de ser partícipes así de nuestra experiencia.
Nos quejamos del tipo de vida que tenemos, de nuestra infelicidad y las desgracias que nos acontecen. Utilizamos el victimismo para resolver lo que no entendemos o para manipular, intentando conseguir lo que queremos. Somos capaces de hacer de nuestras vidas una cárcel que nosotros mismos hemos creado.
Podemos decidir tener otro tipo de vida, donde nosotros ponemos las normas, eligiendo cómo comportarnos ante cada circunstancia, haciéndonos cargo de las consecuencias. A pesar de que nos invadan los miedos, las inseguridades, la incertidumbre y el sentimiento de culpa. Si logramos combatir todos nuestros fantasmas obtendremos exactamente la vida que queremos, sin necesidad de lamentaciones.

Elijo ser feliz

Si lo que realmente queremos es ser felices, no podemos quedarnos parados esperando a que la felicidad llegue por sí misma. La felicidad se alcanza mediante la actitud que tomamos ante las circunstancias inevitables que se presentan en nuestras vidas. Esto supone un esfuerzo, ya que tendremos que tomar decisiones que rompan con los hábitos que alimentan nuestros más profundos temores.
“Todo puede serle arrebatado a un hombre, menos la última de las libertades humanas: el elegir su actitud en una serie dada de circunstancias, de elegir su propio camino. ¿No podemos cambiar la situación? Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.”
Yo elijo ser feliz: me enfrento a mis miedos, admito, acepto y corrijo mis errores en la medida en la que puedo. Comprendo mi inseguridad, mis necesidades, mi angustia y mi malestar. Ya no rechazo todo eso que forma parte de mí. Me hago compañía en la soledad, libero mi tristeza. Tomo decisiones para no ser víctima de las circunstancias y así es como consigo la paz en la que puede descansar mi felicidad.
El rincón de la mujer emprendedora

viernes, 26 de febrero de 2016

Decir adiós a quien no te necesita también es crecer

Cuántas veces en tu vida te has visto obligado/a a tener que decir adiós? En realidad, no importa las ocasiones en que lo hayas hecho, lo esencial es que a lo largo de nuestro ciclo vital es necesario romper más de un vínculo, aunque ello nos ocasione sufrimiento.

Decir adiós es crecer, es permitir encontrarnos de nuevo con nosotros mismos porque por determinadas circunstancias, algo o alguien nos estaba alejando de esas esencias inquebrantables que son la felicidad y el equilibrio con nuestro ser.

Te digo adiós porque sé que ya no me necesitas, porque no soy tu prioridad, por que tus vacíos me llenan de carencias y porque a pesar de no que no lo digamos en voz alta, hace tiempo que nos despedimos.
En realidad, podríamos decir que la propia despedida en sí no duele tanto como el contener las ganas por volver. Por qué es ahí donde se halla no solo nuestra propia fortaleza, sino nuestra dignidad.
No te permitas nunca ser débil y correr detrás de quien no te necesita o ya sabe dónde estás. De hacerlo, te estarás haciendo un daño profundo a ti mismo, a tu autoestima y su vez, le estarás ofreciendo poder a una persona que tiene en su mano la llave de la cerradura de tu infelicidad.
Eres tú quien debe tener esa llave, tú quien debe mantener las riendas de su vida sabiendo en todo momento por quién vale la pena invertir tiempo, sueños y esperanzas. Decir adiós es un acto de valentía y la mejor expresión de amor propio.

Romper el vínculo de quien no nos necesita requiere coraje

Ojalá las cosas fueran más fáciles. Ojalá existiera una poción mágica para el desamor, para 

cerrar las puertas del corazón a quien ya no nos quiere, y practicar el arte del olvido como 

quien deja caer una piedra a un río y ve cómo desaparece en las profundidades.

Decir adiós requiere coraje, es un acto de voluntad personal por una necesidad vital. Es cerrar un círculo donde nos decimos a nosotros mismos que ya no vamos a permitirnos sufrir más, porque quien solo te regala ausencias no merece tu presencia.

No existe pues el olvido inmaculado que no deja huellas o cicatrices. Porque decir adiós implica en ocasiones tener que sanar muchos espacios, muchos agravios y dolores del alma que el tiempo no siempre alivia con el simple pasar de las hojas del calendario. El tiempo no cura si nosotros no ponemos de nuestra parte, de ahí que valga la pena tener en cuenta estos aspectos.

Decir adiós implica un duelo que afrontar

Es necesario asumir que el acto de decir adiós, de dejar ir, implica pasar por el proceso de un duelo. Son muchas las personas que lejos de entenderlo de esta forma, deciden aferrarse al día a día sin haber gestionado pensamientos y emociones.
  • Decir adiós a una persona que era significativa para nosotros requiere en primer lugar entender qué ha ocurrido, qué ha generado esa separación.
  • Es necesario aceptar que o bien ya no somos queridos, o bien, que es necesario dar por terminada una relación que ocasiona más sufrimiento que felicidad.
  • Las rupturas de vínculos requieren algún tipo de desahogo emocional, ya sea con lágrimas o con palabras.
  • La aceptación llega día a día, con lentitud pero sabiéndonos seguros, sintiéndonos bien con nosotros mismos porque hemos tomado la opción adecuada.

Decir adiós sin odios

Decir adiós sin rencor, odio o desprecio no siempre es fácil. En el momento en que somos conscientes de que no nos necesitan, de que han dejado de querernos o de que nos ofrecen un amor envenenado o doloroso, lo que sentimos es indefensión y rabia.
  • Ten en cuenta que toda emoción negativa va a impedirte cerrar ese cículo. Es una carga que vas almacenar y que de alguna manera, implica que sigas “unido/a a esa persona”.
  • La rabia, el odio y el rencor dejan huella en nuestro carácter y nuestras emociones. Hace que seamos desconfiados, y de que esa rabia genera aún más negatividad contra nosotros mismos.
Libérate de todo, despréndete de quien no te necesita y de toda emoción negativa que implique seguir anclado a quien te hizo daño de algún modo. Todo ello te permitirá avanzar con más ligereza. Si acumulas cada piedra del camino, al final no podrás caminar en tu sendero de la vida. Quedarás encallado. Libérate.

Decir adiós para volver a ser quien eras y crecer

Cuando mantenemos una relación disfuncional, es decir, ahí donde experimentamos sufrimiento, desengaño y donde lejos de crecer se quiebra nuestro equilibrio personal, lo que hacemos en realidad es alejarnos de nosotros mismos.

Decir adiós implica hacer un delicado viaje de retorno. Necesitas curar heridas, atenderte y tirar de ese hilo dorado de tu esencia, para recuperar no solo a la persona que eras antes, sino también para crear a quien deseas ser ahora.Deseo ser esa persona que es capaz de decir adiós y dejar ir, para que vengan cosas nuevas. Cosas mejores. 
Deseo ser quien era, y aunque soy consciente de que ya he perdido parte de mi inocencia, y ese destino ligado a quien dejé atrás, sé que soy artífice de mi futuro. Sé que voy a andar con ilusiones renovadas, que no voy a ser víctima, sino alguien capaz de aprender de lo vivido ya convertirme en quien deseo ser.

El rincón de la mujer emprendedora



domingo, 7 de febrero de 2016

Las lágrimas que no lloré, la tristeza que no atendí

La contención emocional es algo que todos hemos experimentando con mayor o menor frecuencia. En ocasiones, es hasta ese rasgo que forma parte de nuestra educación y que nos inculcan desde niños con aquello de “no llores, las personas mayores y fuertes nunca muestran sus lágrimas”.

Es posible que a partir de ese momento hayamos buscado siempre pequeños rincones de soledad donde desahogarnos, donde dejar escapar nuestra voz y ese dolor que siempre debe aflorar para encontrar alivio, para descargarnos y avanzar de nuevo. Es algo saludable y como tal, es necesario.
No obstante, hay quien no sólo evita el desahogo emocional, sino que además, ya sea por la educación recibida, o por su propia personalidad, prefiere no ver y no sentir. Los fracasos se asumen levantándose cada mañana de nuevo, y a la fuerza. Las traiciones con el olvido, y la tristeza, es eso que se enmascara con una sonrisa y con otras actividades catárticas que nos permitan volver el rostro a esa voz interior.
La contención emocional es el reverso de la comprensión emocional. Alguien que esconde es alguien que no quiere entender los laberintos de esa red emocional que lo definen como persona, porque admitir nuestra fragilidad es también aprender a ser fuertes. Es conocimiento frente a negación, frente a flaqueza.
Contención emocional, un paso hacia el abismo

La contención emocional significa literalmente, el acto de contener o moderar los propios impulsos, instintos, pasiones o sentimientos. Es pues, esconder algo en el interior y callarlo no solo a ojos del mundo, sino también a nosotros mismos. ¿Por qué razón? En ocasiones es complicado entender el por qué, los psicólogos nos hablan de patrones educativos, de procesos sociales, psicológicos y hasta biológicos.
Sin embargo, el término la comprensión emocional nos adentra ya en la antítesis de todo lo anterior,  acercándonos a esa dimensión en la cual, se ensalza la inclusión, la cercanía y la empatía con los demás y con uno mismo. Es el conocimiento más útil, el más valioso que podamos tener: el conocimiento emocional.
No obstante, la pregunta sería la siguiente: ¿Por qué elegimos callar la tristeza? ¿Por qué nos es más útil en ocasiones la contención emocional?
1. Es un mecanismo de defensa. Si yo no reacciono ante tu traición, a tu engaño, y elijo pasar página lo antes posible sin detenerme a pensar qué siento, evito reconocer que me has hecho daño, y por lo tanto el dolor, a mi parecer, será menor.
2. Es una estrategia de autoprotección. Si yo escondo mi tristeza y mi dolor, evitaré parecer una víctima a ojos de los demás. Porque evidenciar mi dolor emocional es mostrarme vulnerable, es perder el control y eso es algo que no todos aceptan o pueden gestionar.
3. Desconocimiento emocional. Puede parecer sorprendente, pero hay personas que por las razones que sean, no se han visto expuestas al sufrimiento, al fracaso o a la decepción. Pensemos por ejemplo en muchos de nuestros jóvenes, educados en una cultura donde se les cubre toda necesidad, y donde desarrollan una resistencia muy baja a la frustración. Si el día de mañana experimentan una pérdida o un fracaso sentimental, lo más probable es que o bien se sientan desbordados o simplemente “bloqueados”. Ahí donde sencillamente, se opta a la negación o la contención emocional.
Las lágrimas que no se lloran hoy, serán vacíos insondables el día de mañana. Las tristezas no reconocidas, nos acercan poco a poco al borde de un abismo en el cual, acabar cayendo en forma de enfermedad o trauma.
¿Cuál es el modo más adecuado de hacer frente a las tristezas y decepciones?

Hemos de tomar conciencia de que la felicidad no viene con garantía de duración. La aceptación del momento presente, con todos sus tonos grises, es un modo de vivir con mayor integridad y equilibrio emocional, ahí donde asumir la tristezas como una parte más de la vida, también de nuestro crecimiento.

En ocasiones, las personas tenemos una afinada habilidad para separar nuestra realidad interior de la realidad exterior. Nos dejamos llevar por el rumor diario, por el trabajo, por los instantes de ocio, por la rutina, sin comprender que somos solo “un retazo de nosotros mismos”.
¿La razón? Hemos desconectado de nuestras emociones, de nuestro ser interior camuflándonos con un falso bienestar. Es entonces cuando aparecen las migrañas, el cansancio, esos dolores de cuello y espalda que encubrimos a su vez con analgésicos, sin ver que son síntomas.
Síntomas de la infelicidad, de unas lágrimas no lloradas cuando tocaban, de una tristeza que no quisimos reconocer y gestionar, y que ahora, nos ha vuelto prisioneros.

Nunca dejes para mañana las lágrimas que puedas llorar hoy. La rabia se desahoga, la pena se llora y los fracasos se analizan y se asumen, no se esconden. La comprensión emocional es una forma de liberación que debemos practicar cada día. 

El rincón de la mujer emprendedora